Definitivamente los calentanos somos muy flojos para el frío y la lluvia. Empieza a tronar y ya no salimos a la calle por miedo a mojarnos o a resfriarnos. Se llena el cerro de neblina y ya empezamos a tiritar de frío.
Eso es cierto, pero no lo es menos que hay temporadas, como la que estamos viviendo, en que parece ser que el frío de páramos y glaciares se equivoca de camino y llega hasta nosotros, pobres mortales, acostumbrados a los calores sofocantes del medio día y de la tarde y de la noche.
Desde diciembre ya sentíamos una brisa penetrante que nos llegaba hasta los huesos. Los que madrugamos a las misas de aguinaldo, supimos lo que significaba dejar el lecho abrigado y las cobijas, para ir a cumplir con una hermosa tradición o cumplir con una promesa al Niño que iría a nacer.
Era un sacrificio que se hacía con gusto y alegría. El baño a las cuatro de la mañana era compensado con un café cerrero, bien cargado y bien caliente, pero al salir a la calle, un golpe de brisa nos sacudía y nos obligaba a meter las manos a los bolsillos.
Eso fue en diciembre. Pero con enero el termómetro comenzó a bajar a unas temperaturas a las que no estamos acostumbrados. Usar saco, acostarse temprano, ojalá bien acompañado (“Cuando no hay más, con mi mujer me acuesto”, dice el refrán), son requerimientos del frío que por estos días nos embarga.
Si es cierto que en el infierno hace un calor del macho, es de suponer que en el cielo, por ser todo su contrario, debe hacer mucho frío. Sin embargo, no he visto ningún santo tiritando, ni arropado hasta la coronilla, ni tomando café caliente, lo cual significa que el clima celestial debe ser el ideal para vivir allá per sécula seculorum. Y eso es mucho alivio para quienes pensamos que algún día nos radicaremos en aquellos parajes celestes.
En relación con el clima, algunas preguntas me desvelan. Por ejemplo, si el sol es la fuente de calor, ¿por qué las regiones más cercanas al sol (las alturas, los páramos) son las más frías? ¿Por qué dicen que el frío se produce a causa del calentamiento global? ¿Si es calentamiento, no debería ser más caliente que frío? ¿Por qué hace más frío de noche que de día? Si el sol alumbra a todos, ¿por qué hay mujeres tan frías que no se conmueven ni ante un poema de amor ni ante una picadita de ojos?
Dicen que para el frío lo mejor es tener doble cobija, una vieja y otra nueva: la nueva encima y la vieja debajo. O al revés. Pero hay otros remedios. Yo nací en un pueblo frío, La Victoria, de Sardinata. Allá combaten el frío con uno o varios tragos dobles de aguardiente. Y me crie en un pueblo caliente, Las Mercedes, donde combaten el calor con uno o varios tragos dobles de aguardiente. De manera que el aguardiente tiene esa rara virtud, pero a los diabéticos nos toca conformarnos con las dos cobijas, para el frío. Y para el calor, una sola. Yo prefiero la vieja.