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Polarización ¿Cómo rompemos la burbuja?
Entendida de esta manera la polarización, podemos comenzar a pensar sus consecuencias y a proponer soluciones a este gran vicio contra la democracia
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Lunes, 13 de Febrero de 2023

Por Óscar Carvajal Parra

Mucho se ha hablado últimamente en el país acerca de la palabra polarización, pero, aún parecen ser confusos los múltiples sentidos de esta palabra. Por un lado, están quienes dicen que la polarización es una conducta que realiza todo aquel que habla de un tema político. Por otra parte, se dice que ‘’polariza’’, quien cuestiona un tema de interés nacional o realiza una crítica o reflexión analítica sobre una persona, grupo o política. Así, siguiendo a quienes proponen esta interpretación de la palabra, aconsejan evitar los razonamientos críticos o analíticos, para contrarrestar los efectos de esta mala práctica, pero, ¿es esto genuinamente polarizar? ¿Acaso esta manera de abordar este problema político nos ayuda a reducir sus efectos nocivos?

La polarización, por otra parte, desde una perspectiva filosófica como lo han planteado autores como Almagro, José Medina y otros filósofos del lenguaje, tiene que ver más con la consolidación de dos o más grupos, que conforman una identidad fuertemente diferenciada (una especie de burbuja discursiva) que promueve un conjunto de creencias que se resisten al cambio o cuestionamiento, caracterizada por la promoción de sesgos, prejuicios, actos de habla hostiles como los insultos, y diversas injusticias contra los otros, que se traducen principalmente en la distorsión, el  silenciamiento de sus voces(como sujetos con valor epistémico o discursivo) y el cierre de todo diálogo comprensivo del otro.

Entendida de esta manera la polarización, podemos comenzar a pensar sus consecuencias y a proponer soluciones a este gran vicio contra la democracia, pues, cerrar el diálogo, parece ser una solución inaceptable dentro de una democracia, la cual se caracteriza por la deliberación y crítica constante sobre los asuntos públicos.

Siendo así, nuestro país parece tender constantemente, desde hace décadas o tal vez siglos, hacia la división en dos o más grupos que lideran una exclusión constante del otro, siempre considerado como un adversario a vencer. Es decir, se promueve la radicalización de las creencias propias, que, a su vez, se blindan de ser cuestionadas, revisadas o corregidas, sea que se trate de un grupo de tipo político, religioso, o familiar. Actitud que, por otra parte, como sabemos, dista mucho de ser un problema solamente colombiano.

Dada la dificultad del tema, es posible al menos pensar algunas estrategias para romper estas burbujas que se generan en toda sociedad. Así las cosas, un primer paso relevante sería comprometernos en la transición de un diálogo adversarial, al ejercicio de un diálogo de comprensión del horizonte del otro, siendo sensible a lo que nos une y a lo que nos separa (investigar incluso juntos la verdad). En un diálogo genuino, como dice Gadamer, es el tema el que guía a los dialogantes y no ellos al tema. Es incluso más complejo y exigente aún, pues exige ser capaz en algún momento de ser abogados de la posición del otro, comprender el derecho que tiene a pensar y a decir lo que dice, para comprenderlo en su inmensa diferencia.

 También, tomar parte en la remoción de sesgos, prejuicios sociales dañinos, en el cuestionamiento de los discursos que intentan silenciar las voces de actores sociales, y promover la amplificación de las voces silenciadas para que se pueda ampliar el diálogo social, evitando la exclusión y la radicalización de las creencias y emociones.

La polarización, tanto en nuestro país como en las democracias actuales, parece ser uno de los retos políticos y constitucionales más importantes que enfrenta la humanidad. Y, debido a sus negativas consecuencias sociales, políticas, epistémicas y discursivas, debería ser el centro de los debates actuales sobre reforma democrática, pues, los distintos populismos se valen constantemente de ella, para capturar la democracia y sus instituciones.

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