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Perdonar lo imperdonable
Es una de esas creaciones del ingenio nacional que sorprenden a propios y extraños.
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Sábado, 6 de Marzo de 2021

La JEP que está en los titulares de prensa, es sin duda el componente más novedoso y potencialmente más transformador del camino diseñado hacia la reconciliación nacional; un instrumento que permitirá que los conflictos propios de la vida social se afronten con argumentos y acuerdos y no a punta de bala y de emboscadas, como hasta ahora. Es una de esas creaciones del ingenio nacional que sorprenden a propios y extraños, que demuestra un conocimiento profundo de las entrañas del conflicto, de sus causas, de sus verdaderas víctimas y del camino para su superación.

Lo que le marcó su originalidad, el punto de quiebre con experiencias anteriores, aún internacionales, fue colocarse en la perspectiva de las víctimas para reconocerlas en su humanidad, más allá de las frías estadísticas y restituirlas económica, social y emocionalmente. Solo con esa aproximación será posible sanar a las víctimas y a la sociedad del dolor y de la inhumanidad vivida. Da pie a una vivencia dolorosa pero sanadora, siempre y cuando no propicie más violencia por el afán de la venganza. Un punto claro, solo la verdad nos permitirá no enterrar o esconder un pasado de dolor y vergüenza, sino enfrentarlo, nombrarlo sin maquillajes, condición necesaria para superarlo. 

Este cambio para ser verdadero, no de apariencia, no se logrará si lo que se pretende es simplemente señalar y castigar a los culpables, movidos por un espíritu de venganza y no de reconciliación. El almendrón de la justicia transicional, no penal, busca darle la oportunidad a la verdad y no al castigo legal. No es punitiva, imbuida de un espíritu vengativo que solo busca pasar viejas cuentas de cobro, mirando hacia atrás, hacia el pasado que es precisamente lo que se quiere, se necesita superar. Su espíritu es de reconciliación, con la mirada hacia delante, hacia el futuro para dejar atrás años de sinrazón e ignominia; solo así será posible restaurar y ojalá transformar lo que años de una violencia torpe y estéril destruyeron, de la sociedad y de nuestra condición humana.

Justicia transformadora y reparadora que exige estar acompañada de la decisión real de no repetición, del “nunca jamás” planteado por Ernesto Sábato en relación con los horrores vividos en la Argentina de la dictadura. Es el espíritu del “propósito firme de la enmienda” fundamento de la confesión y el perdón católico de los pecados. Es el perdón de lo imperdonable de los filósofos, único que transforma el escenario y el espíritu de los actores. Esa es la exigencia profunda y compleja de la convivencia, asiento de la paz. Sin ella, todo acaba en una carraca intrascendente. 

Y la única manera de avanzar por ese camino de salvación es hablando, contando, compartiendo entre los actores de esa tragedia: guerrilleros y paramilitares, militares y particulares que organizaron y financiaron libremente a grupos armados para su beneficio económico o de protección, en medio de una calamitosa ausencia de Estado. No hay otro camino para entender lo que sucedió, que escucharlo en boca de sus actores y responsables. Solo entendiendo lo sucedido será posible aproximarnos a la verdad de lo padecido durante tantos años. Ya se empieza a hablar. 

Me impacta y me renueva la esperanza ver a Timochenko y a Mancuso conversando. Algo inimaginable hace dos o tres años. Ojalá no sea un evento simplemente mediático y que los responsables asuman de cara al país su responsabilidad. Entonces Colombia les perdonará y la sociedad se liberará de un pesado fardo que solo males le ha traído durante tantos años.

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