Jhorland Ayala y Adolfo Meisel acaban de publicar un documento sobre la exclusión social en varias ciudades de Colombia, con énfasis en Cartagena. Definen exclusión como “la falta de acceso a recursos, bienes y servicios, la privación de derechos” y, en general, “la inhabilidad para participar en las actividades económicas y sociales básicas de la vida” (‘La exclusión en los tiempos del auge: el caso de Cartagena’, Documento de Trabajo sobre Economía Regional, Banco de la República, 2016).
Los indicadores de exclusión social que examinaron son embarazo adolescente, rendimiento académico y tasa de mortalidad infantil en lo referente a la población infantil y a los jóvenes; tasa de desempleo, población perteneciente a una minoría étnica y porcentaje de la población sin educación para la población en edad de trabajar; porcentaje de la población que no aporta a pensión para la población mayor de 50 años o retirada; y porcentaje de personas en condición de pobreza y pobreza extrema, tasa de homicidios, expectativa de vida al nacer, disponibilidad de bienes y servicios públicos y desigualdad en el ingreso en lo que se refiere a las comunidad.
Utilizando una metodología estadística identificaron los principales factores que inciden sobre la exclusión que fueron en primer lugar el nivel de pobreza y la proporción de personas pertenecientes a minorías étnicas. En segundo lugar figuran la mortalidad infantil y la tasa de desempleo; en tercer lugar el porcentaje de población sin educación y el coeficiente Gini (la desigualdad); y en cuarto lugar el acceso a servicios públicos domiciliarios y la expectativa de vida al nacer.
Con estos elementos construyen un índice de exclusión que sirve para clasificar a las trece ciudades principales a partir de su grado de exclusión. Cartagena es, de lejos, la ciudad más excluyente, seguida de cerca por Cali y por Cúcuta, Montería y Barranquilla un poco más alejadas. La menos excluyente es Bucaramanga. La siguen, muy cerca Bogotá e Ibagué, y más lejos Manizales y Pereira.
Parece que la variable clave es la discriminación en contra de indígenas y afrodescendientes. Hace falta reconocer esto y corregirlo aceleradamente, comenzando por limpiar el lenguaje de expresiones derogatorias para estas comunidades, modificar actitudes humillantes y orientar el gasto público para erradicar diferencias.
El documento del Banco de la República también aporta información valiosísima sobre las trece ciudades principales: incidencia de pobreza y de pobreza extrema, ingreso por habitante, distribución del ingreso (Gini), cobertura de los principales servicios domiciliarios, nivel educativo de las cabezas de familia, y salarios en comparación con Bogotá. Con cada uno de esos indicadores se clasificaron las ciudades de peor (1) a mejor (13) y se sacó el promedio de esos ranking.
El resultado de ese ejercicio es que la ciudad mejor clasificada es Bucaramanga. Bogotá la sigue muy cerca y un poco más lejos Ibagué y Pereira. Las peor clasificadas son Cartagena y Cúcuta seguidas por Pasto, Montería y Barranquilla. Las mal clasificadas exhiben falta de foco en las políticas que las llevan a ignorar las necesidades básicas de los más pobres.