Desde las épocas más pretéritas, el mundo ha dado muestras de personas, familias o sociedades que han manejado y gobernado a comunidades grandes, medianas o pequeñas en regiones o países, de manera absoluta.
Unas denominadas monarquías aparecieron entre otras en Arabia Saudita, Brunéi, Catar, Ciudad del Vaticano, Omán y Suazilandia, en donde han montado tipos de gobierno en los que el monarca tiene el poder absoluto. En ellos no han existido la división de poderes. El monarca absoluto puede cambiar las decisiones o dictámenes de los tribunales en última instancia o reformar las leyes a su voluntad. La palabra del monarca es la ley. Nombra y retira a sus asistentes en el gobierno a su voluntad. No hay mecanismos por los que el soberano (que no reconoce superiores) responda por sus actos.
Según Wikipedia, han existido también imperios en diversas regiones del mundo, como “estados multirreligiosos, multiculturales y multiétnicos, que consiguieron al menos parte de su territorio por conquistas de anexión y que, además, mantienen una expansión constante mientras no haya presiones externas o internas de tipo económico (un periodo de crisis), político (caída de la elite dominante) o militar (invasión por parte de otro Estado)”.
En los imperios aparecen los emperadores como cabezas de gobierno. De éstos, ejemplos han sido, entre otros, los imperios bizantino, islámico, carolingio, romano, británico, francés, mongol, ruso, español, china Qing, China Yuan y Califato de los Omeya. El más famoso emperador fue Alejandro Magno, quien logró aumentar el pequeño territorio de Macedonia hasta completar uno de los mayores imperios de todos los tiempos, llegando hasta la lejana India.
Con el tiempo, la historia del mundo ha visto crecer, vivir y luego caer a muchos imperios y monarquías. En cada uno o una, se han observado un surgimiento, una vida útil y un declive. Como nada ni nadie es eterno en el mundo, en cada caso, los declives se han debido a múltiples circunstancias. Por lo general, por errores cometidos y esto confirma que no hay crímenes perfectos.
A escala, en el país y en la región, maléficamente ocurren cosas similares. Familias enteras y personas naturales, convertidas en monarcas o emperadores “de medio pelo” se han montado en las ciudades o en las organizaciones y se han apoderado de sus presupuestos y de los recursos de sus operaciones. Y todo ocurre a la luz del día.
Castigados por los resultados de las elecciones automáticamente han tenido “soltar” sus tenazas, para que otros personajes o grupos, inmediatamente, tomen posesión y entren a dominar los feudos. Y, de manera descomedida y desobligante, la sociedad legitima estas acciones y empieza a decir y a aceptar: “Tal o cual entidad es de tal ó cual persona”. ¿Cómo así? ¿Patronatos, a estas alturas del partido?
Parodiando lo que ocurre con la historia de las monarquías y los imperios y con un popular programa de televisión, todos los grupos o personas que se apoderan cual “reyezuelos” o “patrones”, de las entidades públicas, ¡también caerán!
Lo importante no es que caigan, lo ideal es que no se repongan y vuelvan a succionar y esquilmar los presupuestos públicos. Para ello, la solución es el fuerte castigo en las elecciones y la terminante y decidida sanción social. Acá hay que tener en cuenta que varios “personajillos”, no tienen vergüenza, ni se sonrojan y se siguen pavoneando por las calles, los clubes sociales y los centros comerciales de sus ciudades.
Todos aquellos que obren mal y se apoderen de lo público y sobre todo, de los dineros de la salud y de la educación, no tienen perdón de Dios y al final tendrán su propio merecido. Ojalá esto ocurra más pronto que tarde para bien de la comunidad y para el mejor futuro de los territorios. Esta acción se necesita para garantizar el cambio integral que espera la gente buena y que es la gran mayoría de la población.