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Palo con ellos, ¡carajo!
No hay razones, ni peros que valgan. 
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Miércoles, 29 de Julio de 2020

Circula por redes en estos momentos (como es la  moda actual) un video, grabado en cualquier lugar del mundo, que no es Colombia, donde unos policías les dan bolillo venteado a los que están por la calle,  en horas de toque de queda.

 Las imágenes son impactantes  por la sevicia con que los policías les dan palo a los infractores, sin reparar si son hombres o mujeres, viejos o muchachos, de la jay o de la no jay.     Y si el tipo llega a preguntar ¿usted no sabe quién soy yo?, más duro le dan, para que no olvide quién es el que les está dando latigazos.

En nuestro medio algo así levantaría ampollas no tanto en el que recibe los golpes, sino en los petristas y cepedistas y fecodistas y similares, que de una se irían contra el gobierno por violación de los derechos humanos y pondrían el grito en el cielo y pedirían la renuncia de Duque y le amargarían más la vida a la vicepresidenta y le caerían al ministro de Defensa y recogerían firmas para acabar con la policía y el ejército y…

Y por eso es que estamos como estamos. Somos una sociedad indisciplinada, donde cada quien hace lo que le da la gana, donde la autoridad vale huevo y las medidas que se dictan son para que todo el mundo se las pase por la faja.

El papá no puede tocar a sus hijos, porque   corre el riesgo de ir a prisión, sin que le den casa por cárcel.  El maestro no puede castigar a sus alumnos, porque se le forma el problema y si no va a la guandoca, pierde el puesto, y su nombre es puesto en la picota pública.

No importa que las medidas que ahora se tomen sea para salvaguardar el bien común, para tratar de evitar  que el avichucho que sabemos (de cuyo nombre no quiero acordarme y es mejor no mentarlo) siga haciéndonos daño. La gente, mucha gente, sale sin tener que salir, sin tapabocas, haciéndose los zurrones, alzando los hombros y carcajeándose de los que mandan.

¿Y todo por qué? Porque faltó disciplinarlos desde la casa, desde la escuela, desde el colegio, desde la universidad. A esos es que digo que la policía debería darles bolillo, ojalá con bolillos de caucho que no hacen morados, para que no queden huellas del tal “maltrato”. Con comparendos y amenazas de multas que nadie puede hacer efectivas, no se les obliga a portarse como debe ser.

Recuerdo una vez cuando estaba yo en la escuela. Las Mercedes es un pueblo caluroso, pero Dios lo bendijo con mucha agua alrededor. Una quebrada cristalina que le lame las patas al pueblo, y un río de pozos provocativos como mujer bonita, chorros por todas partes y caños atrevidos que hasta se meten al pueblo. Cierta tarde de agosto con sol furibundo, algunos escuelantes (así nos decían), antes de ir a la escuela nos fuimos a la quebrada y llegamos tarde a clase. Cualquiera, a las 2 de la tarde, prefiere los pozos de agua fresca, que ir a hacer planas de escritura o a estudiar el catecismo del padre Astete o a aprender las tablas de multiplicar.

La maestra no tuvo en cuenta nuestras explicaciones, ni nuestros ruegos,  ni nuestras lágrimas. Nos hizo quitar la camisa y con un chuco de arriero, de cuero crudo, nos enseñó, para toda la vida, que disciplina es disciplina y que las órdenes se cumplen o la milicia se acaba. Y eso no fue todo. Como en los pueblos las noticias vuelan, tal vez por exceso de brujas, cuando llegamos a la casa, nuestras respectivas mamás nos dieron la otra muenda. Estoy seguro que ningún mercedeño, ni de ningún otro pueblo, ciudad o vereda, que haya recibido ese tipo de educación, sale en estos tiempos de pandemia, a la calle sin los debidos protocolos (como ahora dicen). ¡Lección aprendida!

Por eso, con todo respeto, le pido al señor alcalde que deje ya ese megáfono que tiene las pilas gastadas, y deles la orden a los policías que les den bolillo sin consideración a esos desobedientes, indisciplinados sociales, que salen a pasear como Pablo por su casa, y hacen reuniones con jartazón y bailoteo, y se juntan y se pegan y se manosean. Está en juego la salud de la ciudad. Señor alcalde, ¡palo con todos ellos, carajo!

gusgomar@hotmail.com

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