Póngase el tapabocas, Sancho –le dijo don Quijote a su escudero, con la piedra afuera- Usted sabe que nuestra vida depende de ese trapito que debemos llevar en la nariz y boca.

-Nadie se muere la víspera, jefe, con trapito o sin trapito.

-Usted y sus refranes. O usa la mascarilla o no lo llevo a la Ínsula, como se lo prometí.

-La Ínsula se acabó hace tiempos, mi don. A mí no me mete los dedos en la boca.

-No le hablo de la Ínsula de Cúcuta, gran zurrón, sino de la Ínsula de Barataria, donde usted será gobernador.

-¿Es en serio, yo gobernador? Pero siento que no estoy preparado para ello.

-Sancho, oye muy bien lo que te voy a decir –le dijo, deteniendo a Rocinante, y haciendo que Sancho detuviera su jumento  muy cerca de su cabalgadura: Para ser gobernador no se necesita estar preparado. Basta con tener ganas y conseguir un patrocinador que te facilite unas bolsas de dinero para que compres mercados y ganes adeptos. Eso es todo. Cualquiera puede ser gobernante.

-Si así es la vaina, cuente conmigo.  Teresa, mi mujer, tiene unas bolsas de plástico que me pueden servir para echar el dinero. Casos se han visto.

-Modera tu lengua, Sancho, que los caminos tienen oídos. Cualquiera puede escucharte.

-Está bien, maestro. Acepto ser gobernador de la Ínsula y le prometo que en poco tiempo le repondré el dinero que invierta en mi campaña.

-Pero antes de eso, debes aprender a llevar siempre el tapabocas, porque debes dar ejemplo.

-Listo. Sin embargo, tengo una duda, amo y señor mío. ¿Los que usan ese trapito nunca jamás mueren?

-No hagas preguntas tontas, Sancho. La muerte llega porque llega. El trapito es para que no te mueras antes de tiempo a causa de ese virus que nos persigue.

-Está bien. Pero entonces las vacunas no sirven pa un c…carajo?

-Ya ibas a decir una  palabrota. Mira, lo de las vacunas es otro cuento. Pueda que sirvan o pueda que no sirvan, pero ya sabes que hombre prevenido vale por dos.

-Porque si yo me pongo la vacuna, pues no tengo necesidad de usar tapabocas porque ya estoy protegido.

-Ay, Sancho, cállate que me desesperas.

-Un momento, mi Amo, esa no es frase suya, es del Chavo del Ocho. Con todo respeto, me parece que está copiando.

-Yo soy Alonso Quijano, de la región de la Mancha, llamado don Quijote en un libro que pocos leen,  y no tengo necesidad de copiarle a nadie.  Es que usted con su ignorancia me hace decir sandeces. No quiero hablar de las vacunas.

-Está bien, pero es que dicen cosas feas de las vacunas y a mí me da miedo.

-El miedo es el principal enemigo del hombre, Sancho. Déjate de escuchar noticias negativas todos los días y levántate con optimismo, siempre pisando con el pie derecho. Los que desean conquistar al mundo, no deben tener miedo.

-¿Y si me levanto por el lado izquierdo, jefe?

-Yo sólo te digo una cosa, Sancho, fíjate en los vecinos, que un día se levantaron con el pie izquierdo y mira lo que les pasó.

-¿Pero sirven o no sirven las vacunas?

-Todo depende del cristal con que se les mire.

-Quedé en las mismas, jefe.

-Lo que pasa es que tú eres más terco que una mula, como decían los arrieros. Sigamos andando, que allá veo unos gigantes, y prepárate porque va a haber jaleo.

-Pelee usted solo, don Quijote, que yo mientras tanto me voy a La Bohemia a celebrar el Día del Idioma. 

gusgomar@hotmail.com