Una de las principales apuestas, consignada en el PDM 2020-2023 Cúcuta 2050 -Estrategia de Todos- es la del Ordenamiento Territorial con un enfoque social, ambiental, de integración regional, pero sobre todo con visión de futuro, que articule de manera coherente el desarrollo urbano con las urgencias sociales y ambientales del territorio, que fortalezca la competitividad y desarrollo económico más allá de la simple concepción de mercado para que el crecimiento económico no sea en detrimento de los recursos territoriales.
Cúcuta es una ciudad intermedia, núcleo de un Área Metropolitana de carácter binacional, conurbada, asentada en un paisaje ampliamente deforestado y ubicada en un difícil escenario social, donde además de los municipios metropolitanos, existen varios centros poblados con amplios potenciales naturales y culturales. Su condición fronteriza fue gloria gracias a la “buena época venezolana”, que empezó su declive desde la década de 1980.
Así las cosas, ni los sectores productivos se prepararon para un cierre de fronteras, ni se blindaron las zonas urbanas frente a la aparición de actividades ilegales e informales inconvenientes para las zonas residenciales consolidadas. Razones de sobra para que antes de pensar en el desarrollo expansivo de nuevas zonas, resolver vía aplicación de los instrumentos de gestión del suelo estas anomalías.
Desde lo estrictamente local, nuestra ciudad denota un modelo de expansión urbana descontrolada y en la mayoría de casos informal, caracterizado por las carencias en el acceso a los servicios básicos, además de la contaminación de los recursos hídricos que presionan su estructura ambiental y ecológica, sumado a los conflictos en el uso y manejo del suelo rural. Así mismo existen zonas en conflictos de ocupación por ausencia de una debida zonificación y reglamentación de usos y áreas de actividad. Al tiempo se ha multiplicado un paisaje de zonas residenciales privadas y aisladas que encuentran su demanda en las necesidades de seguridad, áreas verdes y de esparcimiento. Desde otra perspectiva macro, si la apuesta de las megaciudades (caso Bogotá y acaso Medellín) es lograr ser competitivas en un mercado internacional, la apuesta de los núcleos urbanos de menor escala es articularse a centros urbanos de relevancia, el desafío de Cúcuta como ciudad intermedia es el de consolidarse como Área Metropolitana de carác
ter regional gracias a las oportunidades que su ubicación y dinámica brinda y complementar adecuadamente sus modelos productivos.
De esta forma, Cúcuta debe con urgencia resolver las deficiencias de su modelo urbano-territorial, donde el Ordenamiento Territorial se configura como una gran apuesta de cara al cambio climático para corregir los conflictos de uso y reducir el gradiente térmico y generar un mejor entorno para la vida. Y de paso definir y fortalecer su vocación productiva. Esto exige herramientas de fondo y acciones estratégicas, para sortear adecuadamente los efectos negativos de las dinámicas al interior y hacia el exterior que se dan al vaivén de los hechos metropolitanos que plantean la necesidad de integración territorial, pero así mismo la consolidación, renovación y desarrollo hacia un modelo de ciudad densa y diversa en actividades, donde la movilidad juega un papel fundamental a partir de la elaboración del Plan Maestro de Movilidad y la estructuración de un sistema de transporte público para Cúcuta y su AM.
Para concretar estos desafíos, se debe dejar de entender el ordenamiento territorial como un proceso ajeno a la ciudadanía que solo dicta normas y afectan o benefician a unos u otros grupos según sus intereses. Se requiere partir de la idea que la ciudad es un proyecto colectivo y que su futuro depende de la adecuada gestión y equilibrio donde el Estado regula los mercados en beneficio de los intereses generales.
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