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Nuevas palabras
Tanto populistas por engañar con falsas promesas, como quienes incurran en aporofobia por aprovechamiento; deberían recibir un castigo.
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Sábado, 31 de Marzo de 2018

El diario El País de España en diciembre de 2016 publicó la palabra del año, según la Fundación del Español Urgente, para ese entonces fue: Populismo y destaca la nota que existen varias interpretaciones o definiciones, algunas de ellas influidas por el uso que se le da en los medios de comunicación y en el debate político porque va más allá de la simple defensa de los intereses populares con distintos matices. 

Otros lo usan como la tendencia política que pretende devolver el poder a las masas populares frente a las élites, esa la interpretación de la cual se prendió Hugo Chávez para conquistar las masas en época de descontento y es el mismo argumento con el que se mantiene en el poder el presidente venezolano Nicolás Maduro. 

Ellos hacen parte de los mismos creadores del Castro-Chavismo. Esta expresión que mucho se usa en estos días en nuestra campaña política de cara la elección presidencial, para afirmarla o desvirtuarla.  

Pero una visión negativa de expresión es la que se aplica “a políticos de todas las ideologías pero no tienen en común la apelación emotiva y la oferta de soluciones simples a problemas complejos”

Según el diccionario de la Real Academia Española esa misma palabra tiene como significado: “Tendencia política que pretende atraerse a las clases políticas”. Esto es, el político que más ofertas haga y prometa soluciones de todo tipo a las clases populares en un intento por cautivarlas, más populista será. 

Habrá que juzgar quienes son los que actualmente transitan por ese camino: por su discurso los conoceréis más que por sus frutos. 

Al año siguiente el neologismo que da nombre al miedo, rechazo o aversión a los pobres fue elegida por la misma Fundación como la palabra del año, se trata de Aporofobia.  

Es por tanto el miedo u odio a los pobres. De pobres y sin techo sí que sabe nuestro país, y son foco de atención especial en esta época, por lo mismo que comentábamos antes, se cuenta con ellos para los votos y acceder al poder a través de un mecanismo democrático. 

La campaña reciente que eligió un nuevo Congreso de la República como muchas otras en el pasado, no estuvo exenta de la compra de votos, las victimas de nuevo fueron los pobres seducidos con lisonjas y unos cuantos billetes. 

Los políticos saben que esas personas son vulnerables y su desvalida condición los hace fácil presa para sus engaños. 

Tanto populistas por engañar con falsas promesas, como quienes incurran en aporofobia por aprovechamiento; deberían recibir un castigo. 

Pero las leyes nuestras todavía no contemplan esas conductas como punibles. Por ahora en España las leyes agravan la responsabilidad penal en caso de agresiones por motivos racistas, ideológicos, étnicos, nación, sexo o discapacidad; pero no la pobreza que provoca vivir en la calle de forma indigna. 

La desigualdad es difícil de desaparecer, porque en los países del primer mundo por mucho que se haya hecho, todavía hay pobres. Un buen gobierno debe preocuparse por mejorar las condiciones de los pobres en muchos aspectos que le otorguen dignidad, atención apropiada en salud y sobre todo oportunidades para educarse, allí está la clave, sin caer en populismo o en odios por los desposeídos.

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