Observar la ilusión en los rostros de quienes están recibiendo algún título, sea de bachiller, universitario, o educación preescolar, es gratificante en un país que, en la mayoría de los casos, solo recibimos noticias negativas.
Al revisar el camino quedan aventuras, vivencias, momentos de alegría, también de dificultad y en el fondo se siente que fue posible lograr la meta, pero no todo termina en ese momento de ceremonia. En los muchos discursos que se dan en esas ocasiones se dice que “ahora es el inicio de nuevos retos”, sin embargo, lo que muy pocos dicen es que lo que aprendemos en esos años, semestres o cursos educativos, cada vez es más información obsoleta, o no va de la mano con los avances de tecnología o sociopolítica estratégica de los países en vías de desarrollo.
Las competencias varían, seguimos estudiando de memoria y borrando en el pizarrón cuando otros países están inmersos en realidad virtual y geofísica molecular para cambiar sus escenarios cotidianos, sin embargo, acá nuestro objetivo se reduce en buscar un empleo para poder cubrir los gastos de existencia primaria.
En Colombia son más de 400.000 bachilleres graduados anualmente, y solo el 39,7% accede a una formación superior; más del 60% pasa a una franja gris que no se analiza con detenimiento y que, fácilmente es una crisis social de largo impacto. Sin embargo, se espera que este 2023 más del 50% de bachilleres ingresen a la educación superior por medio de becas, financiación o educación gratuita en el País.
Otro elemento a tener en cuenta es la deserción que se convierten en problema central del sistema educativo colombiano. ¿A dónde van esos jóvenes y niños que no están en el sistema? Es el reto de Colombia para que no caigan en la guerra o el narcotráfico o simplemente terminen sin oportunidades de progreso.
Los colombianos tienen más de 13.700 colegios, 441.535 maestros, 110 universidades de las cuales 63 son públicas, incluyendo institutos técnicos y el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), con una excepcional cobertura nacional. En Colombia la población escolar, sumando niños, niñas y jóvenes, es de cerca de 10 millones de educandos.
Cabe anotar que, en el último censo del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), el país sumaba 15’454.633 de niños, niñas y adolescentes, que representan 31,01% de los colombianos, y no todos en posibilidad de ingresar a un colegio o universidad.
Actualmente, Colombia tiene cerca de dos millones de personas entre los 17 y los 21 años por fuera de la cobertura de educación superior. Según los datos, en 2022 la matrícula total en educación superior alcanzó los 2’448.271 de estudiantes, lo que sugiere un crecimiento de 3,93% frente a 2021.
Cúcuta está durante estas semanas en el auge de los graduandos, se observa en las calles, restaurantes, centros comerciales, teatros, lugares públicos jóvenes con togas y birretes, elegancia desbordada, humildad aprendida y mucha ilusión, pero debemos garantizarles un ingreso a los cursos siguientes cualquiera fuere el caso, y a los nuevos profesionales una oportunidad laboral digna y sin manejos, ni manoseo político, ni mucho menos que queden por fuera del mercado laboral en las áreas que se prepararon.
Así mismo, quienes progresaron en sus altos estudios maestrías y doctorados deben estar enfocados en producir ciencia con impacto social que transforme realidades, y no tesis que se llenen de polvo en los anaqueles de las bibliotecas, que infle los egos de quienes las realizan. Nosotros tenemos además de formación, ganas y berraquera. ¡Felicitaciones a todos los graduados!
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