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No siempre es mejor la gorra…
Las diosas de igual manera adornaban sus cabelleras con coronillas que las hacían más atractivas y coquetas.
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Lunes, 2 de Octubre de 2017

Dios no hizo al hombre con sombrero. Entre otras cosas porque el clima de El Paraíso era tan benigno que no se necesitaba ningún elemento para cubrir la cabeza. Era como se dice, un clima paradisíaco, sin soles y sin lluvias.

Fue después de la desobediencia, cuando desplazados del Edén, se vieron obligados a trabajar, a sudar la gota gorda y a ponerle el pellejo al sol y a la lluvia.

A medida que los tiempos fueron pasando el hombre vio la necesidad de cubrir la cabeza con algo que le hiciera sombra y de ahí el nombre de sombrero. 

Se sabe que en algunas civilizaciones los dioses usaban cobertores y adornos en la cabeza para diferenciarse de los demás mortales.

Las diosas de igual manera adornaban sus cabelleras con coronillas que las hacían más atractivas y coquetas.

Desde entonces el sombrero fue símbolo de distinción, de alcurnia, de señorío. Los lores ingleses usaban sombrero de copa alta y hasta hace poco nuestros gobernantes usaban sombrero el día de sus posesión como presidentes de la república.

Sin embargo, la plebe no se resignó a andar con la testa destapada y cualquier día alguien ideó una gorra de trapo, que se podía doblar y cargar en el bolsillo y sacarla cuando fuera necesario. Por ser tan barata y de uso tan corriente se acuñó un refrán que dice “es mejor la gorra que el sombrero”. El uso de la gorra se extendió y trabajadores, deportistas, vicepresidentes, políticos en campaña, publicistas, todo el mundo se afianzó en la gorra como un elemento de uso cotidiano.

En algunas regiones se inició el rescate del sombrero y así vemos en la costa colombiana el sombrero vueltiao, en los llanos, el sombrero jipijapa y en los petroleros el sombrero de corcho. 

Ha sido tanto el auge de las gorras, que hasta los militares cambiaron el kepis por la cachucha y así uno los ve defendiendo a la patria ya no con cascos de guerra sino con gorrita de trapo.

Tal vez la iglesia es la única que no ha entrado en la moda de las gorras. La tiara papal desapareció pero no se cambió por gorra. El bonete de los curas desapareció pero no se cambió por gorra. 

Y así tenemos que el papa y los obispos siguen usando solideo morado en lugar de sucumbir ante la moda de las gorras.

Pero no todo está perdido. El maestro Cicerón Flórez por ejemplo, asiste a conferencias, charlas, recitales, etc., luciendo un sombrero coqueto y elegante que resalta muy bien su figura de negro conquistador. La moda empieza a cundir en Cúcuta y así vemos algunos otros personajes como académicos y artistas luciendo sus sombreros de ala pequeña, aunque de todas maneras se sabe que no a todo el mundo le luce como le luce a Cicerón.

Dentro de poco tiempo veremos por las calurosas calles de Cúcuta gran cantidad de hombres y mujeres con el coqueto sombrero, y entonces podremos decir que es mejor el sombrero que la gorra.

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