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No podemos acostumbrarnos a ver que la ciudad se caiga a pedazos
Creo que lo que está sucediendo con este mural, es el claro síntoma de la enfermedad que padece nuestra ciudad.
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Viernes, 17 de Mayo de 2019

La palabra síntoma se define como: “Alteración del organismo que pone de manifiesto la existencia de una enfermedad y sirve para determinar su naturaleza”. Esta puede ser usada no solo desde la perspectiva humana sino también desde la social, para identificar lo que pasa en las ciudades.

Hace más de doce años la ciudad fue sorprendida por un hermoso mural del maestro César Herrera Rugeles, artista local de talla internacional, quien con su arte y el apoyo de importantes empresas de la región, nos ofrendaba una obra excepcional denominada “Remanso del Pamplonita”, embelleciendo así el ornato de uno de los más emblemáticos lugares de la ciudad, el puente Elias M. Soto y la avenida Los Libertadores.

Quienes disfrutamos mostrando a los turistas las bondades de nuestra ciudad, encontrábamos en el mural, uno de sus íconos por la versatilidad de colores, el ingenio y sobretodo, por el uso de la cerámica de nuestra tierra, diseñada especialmente para la obra. Esta pieza logró trasformar el lúgubre paso del puente en un colorido espacio que recrea la riqueza de la fauna y flora que posee la ribera del río Pamplonita. 

La admiración que despertaba la obra se transformó en una fuerte indignación, cuando atónito observé que se habían despegado algunas piezas del mural patrimonio de los cucuteños y yacían impávidamente en el suelo al lado del mismo. Fue inevitable lanzar un juicio a priori condenando la falta de cultura ciudadana y el vandalismo que generan tanto deterioro en los espacios públicos de nuestra ciudad.

Cuando el diario la opinión, el 10 de agosto de 2018, informó que no se trataba de un acto de vandalismo, sino de un problema de humedad que desprendió algunas partes, me tranquilicé por saber que nadie había atentado contra la obra, sino que la naturaleza nos jugaba una mala pasada.  Las lozas caídas fueron retiradas y hoy, casi un año después, no ha pasado nada. No sabemos si las autoridades están esperando que se caiga por completo con la nueva temporada de lluvias, y dé por perdida la obra para proceder a pintar de blanco la pared o si tiene interés en restaurarla. Lo cierto es, que los cucuteños estamos llegando al año de ver el mural a medias y acostumbrándonos a ello.

Creo que lo que está sucediendo con este mural, es el claro síntoma de la enfermedad que padece nuestra ciudad. Pasan las cosas más inverosímiles y absurdas, nos rasgamos las vestiduras, pero todo sigue igual. Nos escandalizamos, pero después de la furia seguimos en lo mismo; tormentas en vasos de agua que no logran la calma; extensos y tediosos debates en el Concejo y en los cafetines de la ciudad... y todo sigue igual.

Como cucuteños podemos quedarnos en la crítica destructiva y acostumbrarnos a convivir con los problemas, pero es hora de tomar partido, de unir esfuerzos, y de generar propuestas que traigan solución a la situación deplorable que atraviesa la ciudad, no podemos acostumbrarnos a los síntomas y no combatir la enfermedad. El mural cayendo a pedazos es un mensaje contundente, y los cucuteños no podemos acostumbrarnos a ver que la ciudad se caiga a pedazos.

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