Desde chiquitos nos acostumbraron a recibir premios o castigos por lo que hacíamos. Mi mamá me ofrecía un pocicle por cada oración que me aprendiera y un correazo cuando olvidaba que la eme con la a es ma.
De ahí en adelante la vida siguió girando, a veces ganando premios y a veces recibiendo coscorrones. Pero lo importante es que a todos los seres vivos nos gusta más los premios que los castigos.
Todo el mundo espera algún reconocimiento por lo que hace: el estudiante, por ser buen estudiante; el futbolista, por ser buen futbolista; y el vago, por ser buen vago. Dicen los pedagogos que los reconocimientos son más poderosos que los castigos.
Medallas, pergaminos, diplomas, son la manera de decirle al otro que va por buen camino. Un estrechón de manos, un abrazo o una sonrisa también constituyen una manera de reconocer las cosas buenas.
Sucede con las personas y también con las instituciones. Cuando las entidades se portan bien, cuando hacen bien la tarea, cuando se sobreponen a los problemas reciben en ocasiones el reconocimiento merecido. Es lo que sucederá mañana viernes con la Academia de Historia de Norte de Santander, que recibirá de la Academia Colombiana de Historia, un reconocimiento por parte de su presidente, el escritor y columnista del diario La Opinión, Eduardo Durán Gómez. A las diez de la mañana en el recinto de la Academia de Historia de Norte de Santander, Palacio Nacional, se reunirán los académicos para recibir la condecoración mencionada.
Cada presidente, cada directiva, cada académico quiere que a la academia le vaya bien y muchas veces tienen que sudar la gota gorda para que la academia cumpla con sus obligaciones. Como no me gusta meterme con los muertos, solamente voy a referirme a los presidentes que, aún vivitos y coleando, le siguen metiendo la ficha a la academia. Empiezo con Pablo Emilio Ramírez Calderón, quien acaba de cumplir sus primeros 90 años y sigue tan activo en la academia como en sus años mozos. Pablo Emilio todos los días llama, pregunta, regaña, da ideas y aporta.
Luis Eduardo Lobo Carvajalino es otro expresidente de talla grande, intelectual ocañero y dedicado ahora a escribir y a la academia.
Pablo Chacón Medina, el famoso penalista de tiempos atrás no pierde su conexión con la academia desde que fue presidente.
Miguel Andrade Yañez, docente universitario, sigue al tanto de las actividades de la institución.
Ivan Vila Casado, por sus brillantes ejecutorias como presidente, fue nombrado presidente honorario de la academia.
Y el actual presidente de la academia, Ernesto Collazos Serrano, con una camándula en una mano y el código en la otra, se está dando la pela a favor de la academia.
Esto quiere decir que el reconocimiento de la Academia Colombiana de Historia cobija la actividad de todos los académicos y en especial de las juntos directivas y los presidentes. Seguramente mañana habrá discursos, aplausos, brindis y alguna torta. Hay que darle las gracias a Eduardo Durán Gómez por acordarse de nosotros y a los académicos de Norte de Santander porque están haciendo bien hecha la plana.