Me gustan las elecciones. O mejor, me gustan las campañas electorales. Se revive el ambiente, se acaba la monotonía de todos los días, se escuchan ofertas y circulan dineros de una y otra parte. Las calles se llenan de perifoneos y de gritos, que les hacen alegre competencia a los perifoneos y gritos de los que venden guineos y aguacates y papa criolla.
Me gustan las elecciones porque el mercado se reactiva. Hay plata para todos: para el que vende camisetas y el que vende gorras y el que vende votos. Hay plata para las oficinas de publicidad, para las imprentas y para las papelerías.
En época de campaña electoral, a los periodistas les va bien, a los periódicos les va bien y a las revistas les va bien. Los periodistas aumentan sus ingresos y los aumentan los locutores y los animadores y las presentadoras.
Ganan bien en esta época los que les alquilan carros a los políticos, los que pintan paredes, los que pegan afiches y los que le hacen mandados al candidato.
Les va bien a los que venden mercados para cambiar por votos, y a los que distribuyen tales mercados y a los que reciben mercados a cambio del voto.
Y a los columnistas nos va bien porque tenemos temas en abundancia para nutrir nuestras columnas, que en épocas normales nos vemos a gatas para llenarlas.
A mí, por ejemplo, que soy heredero de arrieros y, por lo tanto, amigo de los dichos y los refranes, me gusta meterle dichos y refranes a la política. Para la muestra un botón o unos botones:
Si al candidato no se le cree lo que promete, hay que decirle: A otro perro con ese hueso.
Si ya prometió y no cumplió, se le dice: A los perros los capan una sola vez.
Cuando el político promete el cielo y la tierra, es mejor decirle: Oiga, mi don, de eso tan bueno no dan tanto. O también: No puede ser verdad tanta belleza.
Cuando el candidato es hijo de algún político de malas mañas, se le puede decir: Hijo de tigre sale rayao; hijo de faro, rabipelao
Si está uno cansado del sistema o de los políticos, es bueno darse contentillo diciendo: No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista.
Si se corren rumores de que el candidato anda en malos pasos, es bueno pensar: Cuando el río suena, piedras lleva.
A quienes se viven cambiando de partido o de grupo, es bueno decirles: Ajá, al son que le toquen, baila.
Esos mismos que con cada elección cambian de partido, son los que se dicen: Si se voltea un camión ¿por qué yo no me volteo?
El día de la quema se verá el humo, es un refrán bueno para predecir la quemada electoral del candidato.
Y como algo tendrá el agua cuando la bendicen, es mejor dejar el resto para otra ocasión.