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Los dolorosos de Bolívar
Indudablemente fue un genio, un visionario y un guerrero.
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Jueves, 15 de Diciembre de 2016

No se sabe qué fue más intenso en Simón José Antonio, si la gloria o el padecimiento. Indudablemente fue un genio, un visionario y un guerrero.

Cuando estaba en el curubito, es decir, después de las batallas que ganaba, le llovían laureles, coronas, discursos, banquetes, recibimientos multitudinarios y  doncellas. Parece ser que los papás se sentían orgullosos de que el Libertador se acostara con sus hijas. Seguramente en el fondo abrigaban la esperanza de tener algún nieto, que heredara la sangre, el temple y la  verraquera de quien se enfrentó a uno de los reinos más poderosos de ese entonces, España.

Desafortunadamente, para aquellos suegros temporales, el hombre no cuajaba. Los investigadores no se han puesto de acuerdo en si Bolívar era estéril o si tuvo hijos. Que sí, dicen algunos, y dan nombres y argumentos. Que no, dicen otros y dan fechas y testimonios. La discusión se mantiene aún hoy, a 186 años de la muerte de Bolívar.

Pero también Simón Bolívar tuvo sus días de tristeza y desilusión, en que andaba llevado del patas. Él mismo lo dijo alguna vez: “Yo soy el hombre de las dificultades”. Algunas, por fuerza de las circunstancias, y otras, que él mismo se las buscaba por su temperamento, por su terquedad y por los malos consejos de supuestos amigos que lo rodeaban.

Uno de los momentos difíciles de su vida sucedió cuando la noche septembrina, en que sus enemigos lo cogieron literalmente con los calzones abajo. Estaba con Manuelita en palacio cuando llegaron los revoltosos. El Libertador se salvó, pero la herida que le debió quedar en su interior debió de ser demasiado grande. Y desde entonces Bolívar comenzó a morirse hasta que murió, dos años después.

La desilusión, la tristeza y la rabia impotente de verse, debajo de un puente, a medio vestir y tiritando de frío, escondido de sus enemigos como un vulgar habitante de la calle, él que había libertado varias naciones del yugo español, que era el presidente de la república con poderes omnímodos, que había soñado con una Colombia grande conformada por varios países, ni él mismo se lo podía creer. Pero así es la vida.

Luego empezó la carnicería contra sus antiguos amigos, acusados de ser conspiradores, entre ellos el General Santander, a quien le conmutaron la muerte por el destierro.  La situación no fue fácil para Bolívar y allí comenzó a derrumbarse el gigante, el dios, el invencible. Se derrumbó porque tenía pies de barro.
   
El viaje, en 1830, de Bogotá a Santa Marta, enfermo, abandonado y con pocos amigos, fue la herida mortal, de la que ya no pudo levantarse. El 17 de diciembre murió, con la creencia de que ahora sí iría a descansar,
   
Se equivocó el Libertador Simón Bolívar. Ni siquiera después de muerto ha tenido tranquilidad. Lo enterraron en la catedral de Santa Marta, pero un  terremoto, cuatro años después, dispersó las cenizas por la iglesia. Recogieron lo que pudieron y más tarde se las llevaron para Caracas, dejando en Santa Marta sólo el corazón.
   
Recientemente, el presidente Chávez ordenó desenterrarlo, de nuevo, para constatar que el general Santander lo había hecho envenenar. Cuentan que quienes participaron en el desentierro han ido muriendo uno a uno, como en una extraña maldición.
   
Y el presidente Maduro no se metió con el muerto sino con la moneda que lleva el nombre del muerto. El bolívar de estos tiempos, una moneda que antes fue de las fuertes del mundo, ha llegado a su más mínima expresión. Y ahora ni siquiera vale poco sino que ni siquiera la reciben. De malas nuestro Libertador.
   
Pero no importa. La Academia de Historia de Norte de Santander sigue rindiéndole homenaje a Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios. El próximo sábado 17 de diciembre, a las 10 de la mañana, en la Quinta Teresa, los académicos, las autoridades y los que deseen asistir, tienen la oportunidad de recordar al Bolívar grande, al genio de la guerra, al padre de la patria, que debe estar revolcándose en su tumba por el puente cerrado entre dos naciones que él tanto quiso. Que debe estar llorando de amargura al ver que la moneda con su nombre la pordebajearon en su propio país.
   
¡Padre nuestro, Bolívar! Aquí estamos los colombianos  para desagraviarte por lo que allá te hacen a nombre de una supuesta revolución, que se montó contra el pueblo, tu pueblo. El sábado nos vemos, Simón José.

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