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Los carreteros
El descontrolado crecimiento de la informalidad en la ciudad, como consecuencia de la migración de miles de personas.
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Domingo, 4 de Abril de 2021

“Kilo a dos mil” o a otro precio, es el pregón que utilizan las personas que empujan carretas, las cuales se desplazan por todas las vías de la ciudad ofreciendo productos perecederos, principalmente frutas.

El descontrolado crecimiento de la informalidad en la ciudad, como consecuencia de la migración de miles de personas, ha impactado negativamente no solo la movilidad sino la seguridad, puesto que algunos delincuentes hacen uso de esa estrategia para pasar desapercibidos, cuando en realidad no les interesa vender sino detectar posibles víctimas.

Sumado a lo anterior, utilizan sistemas de amplificación realmente insoportables para el sistema auditivo, incrementando los niveles de estrés de las personas que deben aguantar semejante abuso.

Infortunadamente las escasas oportunidades laborales, son el caldo de cultivo de esta forma de subsistencia, la cual no ha sido posible controlar puesto que al no tener oferta laboral disponible, a ese padre de familia no le queda opción diferente a vender frutas en una carreta, sea cual fuere su origen y al respecto no es entendible que se controle el cierre de Cenabastos a las nueve de la mañana, mientras la competencia ofrece sus productos sin la menor utilización de medidas de bioseguridad a toda la ciudadanía en todas las vías y a cualquier hora.

Otro factor no menos importante, lo constituye el hecho de que a los carreteros nada les importa la señalización y de ahí que nos los encontramos de frente en vías de dos carriles, uno de ellos utilizado por indisciplinados conductores, que estacionan sus vehículos en franco desafío a la autoridad operativa de tránsito, representada en la Policía Nacional en su especialidad Tránsito y Transporte. 

Sobre el tema, es preciso que la administración municipal realice un censo, que permita conocer los antecedentes judiciales de estas personas, puesto que la probabilidad de que algunos de ellos estén buscados por la autoridad, lo cual se constituye en justa preocupación de los residentes que deben soportar el riesgo personal, contaminación auditiva, bloqueo vial y daño en bien ajeno, puesto que muchas veces no les es posible controlar el peso de las carretas produciendo daños en vehículos, tareas que debe atender la alcaldía municipal. 

A la fecha nadie sabe a ciencia cierta, cuántas personas derivan su sustento de esta actividad y aún menos, los planes que se pudieran tener para controlar la situación puesto que no es justo que algunos de ellos se indignen cuando alguien con mucha razón, solicita bajar el volumen de sus equipos de sonido, mover su carreta porque impide el paso al automotor o reclama por rayaduras causadas en el automotor. 

En conclusión, el problema de los carreteros debe ser atendido por la administración, puesto que se suman problemas sociales, de movilidad y de seguridad, los cuales aumentan sin control alguno bajo la mirada indiferente de los responsables.  

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