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Lenguaje de escarcha
El feminismo se ha mercantilizado a tal punto que los derechos de las mujeres pasan de ser reclamaciones políticas a productos que se venden a un consumidor.
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Sábado, 5 de Noviembre de 2022

Los mensajes no hay que darlos con ocasión de una conmemoración, sino cuando se necesitan, por eso hoy decidí hacer una pausa sobre el tema político local, y abrir un espacio para resaltar la importancia de seguir luchando contra el machismo enraizado que opaca las alegrías (banales o no) de nuestra sociedad.

Hay un lenguaje peyorativo e infantil con el cual se trata a las mujeres, en donde se repiten frases de marketing sin ningún valor ni aporte social como “sé lo que quieras ser”, o “nunca subestimes el poder de unas uñas perfectas”, y mi favorito: “Detrás de un hombre hay una gran mujer”. Todas ellas, palabras de escarcha que no contribuyen a la equidad de género y ni siquiera al respeto.

El feminismo se ha mercantilizado a tal punto que los derechos de las mujeres pasan de ser reclamaciones políticas a productos que se venden a un consumidor. Por culpa de esta estrategia, cada vez más mujeres tememos hablar sobre feminismo, y nuestras demandas se quedan en camisetas que se venden como arroz pero que no solucionan los feminicidios, ni la exclusión o la inequidad en los roles al interior del hogar.

El odio inmerecido hacia las mujeres es el causante de tragedias como la del joven que protagonizó un tiroteo en California (2014) y dejó un video de seis minutos en el que responsabilizaba a las mujeres por las muertes que él causara debido a que ‘lo habían rechazado y alienado’, o el que disparó en Atlanta (2021) argumentando motivaciones similares. También, ese mismo odio inmerecido es el responsable de comentarios como el de Ramón Jesurum, presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, en donde afirmó al Universal que, “los premios solo se dan a los futbolistas profesionales, ellas son unas muchachas amateur”, cuando se le preguntó sobre el desempeño del equipo colombiano femenino Sub-17 que estaba por disputar la final del mundo en India.

Con este comentario no estaba explicando la normatividad de la FIFA, sino desconociendo el mérito de las jugadoras que se han ganado el respeto y reconocimiento de millones de colombianos por el logro de haberse convertido en subcampeonas del mundo, mucho más allá de lo alcanzado por sus pares masculinos.

Esta polémica del fútbol sirve para evidenciar mucho más ese odio inmerecido que tenemos como mujeres en diferentes campos. Basta con poner sobre la mesa el caso de la exsenadora Mila Romero, cuyo rol al interior del partido Centro Democrático estuvo relegado a personificar un eco, con voz religiosa y sumisa, de los pensamientos de Álvaro Uribe, y dosificar los mensajes para sus audiencias. Nunca tuvo la oportunidad de expresar su propia voz y ejercer un liderazgo femenino, y por esa infantilización, aunado a la preponderancia de brindar participación política a hombres sin carisma ni amor por la gente, ese partido fue incapaz de conservar esa curul.

También es notorio ese odio inmerecido en escenarios en los que los clanes políticos tradicionales ‘conceden’ un puesto de alta relevancia a una mujer, pero no a cualquier mujer, sino a la que es ‘cercana’ a algún cacique político, ya que cumple con la cuota de participación por equidad de género, pero el verdadero control y liderazgo del Despacho sigue siendo masculino. Ejemplos: Isabel Márquez en género, Doris Angarita en educación, Omaira González en posconflicto, durante la administración municipal pasada.

Las mujeres que incomodan a los hombres y lo que están acostumbrados a pensar, como lo relata Vanessa Rosales Altamar, en su compendio de ensayos (Mujer incómoda), se vuelven un blanco de ataques o indiferencia, invisibilizarlas para desaparecerlas, y en el peor de los casos, la desaparición ya no desde la metáfora sino desde lo literal, que por cierto alcanza una cifra alarmante para Colombia: 594 mujeres denunciadas como desaparecidas en 2022.

Es cierto que no porque se hable de feminismo el tema está resuelto, pero sí debemos avanzar reprochando conductas masculinas llenas de odio para que no sigan en la impunidad social.

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