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Le vendu la caballa
El próximo domingo 8 de abril se celebra el día internacional de los gitanos. 
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Miércoles, 4 de Abril de 2018

A Las Mercedes no llevaron hielo, ni imanes que atraían ollas y sartenes, ni menjurjes para convertir metales en oro, como sucedió en Macondo, según los relatos de Cien años de soledad. No. Allá llegaron vendiendo caballos, yeguas y burros, todos bajo la denominación genérica de “caballas”.

Un domingo, a la salida de misa solemne, de diez de la mañana, a muchos nos sorprendió ver cómo la gente corría hacia el centro de la plaza, donde en un redondel improvisado, los gitanos montaban sus bestias, haciendo alarde no tanto de su condición de buenos chalanes, sino de las excelentes condiciones de sus animales.

A los muchachos lo que más nos impactó fue su lenguaje enredado, apenas entendible, con el que ofrecían en venta sus “caballas”. En ese tiempo no había carretera, ni luz eléctrica, ni signo alguno de progreso en el pueblo. De manera que los ricachones del pueblo se esforzaban por tener un buen caballo o una buena mula para montar.  Ser jinete, luciendo zamarros de cuero, sombrero aguadeño, y espuelas tintineantes, sobre un caballo de buena alzada, cabeza erguida, orejas pequeñitas, crin sedosa y brillante y cola levantada como bandera al aire, era señal de ser un patriarca, poseedor de casa de claustro en el pueblo y una o varias fincas cafeteras en el campo.

De modo que ese domingo, cuando se corrió la voz de que habían llegado gitanos vendiendo los mejores caballos que jamás se habían visto en la región, los poderosos también corrieron a la plaza a admirar las demostraciones que los recién llegados hacían con sus animales.

Mientras tanto, las gitanas iban de casa en casa, pañoleta de colores en la cabeza y vestidas de faldas anchas y de pliegues, y blusas vaporosas, ofreciendo sus servicios de magas para leer la buena suerte a quienes no habían ido al espectáculo de la plaza. Era como si los gitanos se hubieran tomado por asalto ese día nuestro pueblo de gentes sencillas e inocentes.

Los gitanos les ofrecían las bestias a los mirones para que las montaran y sintieran en sus nalgas y en el cuerpo entero la emoción que se siente al montar un buen caballo, trotón o galopero, en silla de cuero muy bien forjado, con adornos labrados y de una exquisitez provocadora.

Los gitanos eran altos, elegantes, blancos, lo que se dice bien parecidos, de ojos claros y piel suave, por lo que nuestras pueblerinas muchachas no les quitaban el ojo. Pero a los gitanos les es prohibido fijarse en otras mujeres que no sean de las de su raza. De malas ellas, y de buenas nosotros, que no nos quitaron nuestras lindas jovencitas.

Las gitanas eran también garbosas, de piel blanca y ojos luminosos. Las jovencitas eran agraciadas y hermosas, pero también les estaba prohibido fijarse en otros hombres, así fuéramos elegantes y atractivos mancebos. De malas ellas, las gitanas, y de buenas nuestras mercedeñas que no nos perdieron.

He hecho todo este recorderis ahora, cuando he sabido que el próximo domingo 8 de abril se celebra el día internacional de los gitanos. Así, pues, ese día estarán de fiesta, se reunirán para cantar y bailar sus tonadas típicas, y comerán y beberán a lo mero gitano, sin que ningún extraño tenga derecho a ir a ponerles la teja.

El lunes volverán los gitanos a sus trabajos de orfebrería y metalurgia, y las gitanas viejas (parece que a las jóvenes no las dejan salir) a seguir adivinando la suerte en el parque Santander. Ellas saben ver en las rayas de la palma de la mano los asuntos misteriosos del futuro. A los solterones les dicen que ya pronto conseguirán su media naranja, a las muchachas les aconsejan que le sigan pidiendo a San Antonio, a los cucuteños que no nos amarguemos por culpa de los venezolanos, que ya casi se irán, y a los venezolanos, que regresen para que entre todos tumben a Maduro. Lo malo es que hay que pagarles la lectura de las rayas de la mano. Al fin y al cabo, de eso viven. Y entre más cháchara echen, más cobran. 
     

   

 

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