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Las golondrinas
El himno no lo entiende nadie. En algunas partes es un jeroglífico.
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Viernes, 22 de Julio de 2016

El verso dice verdad irrefutable: una sola golondrina no trae el verano. Y tampoco el invierno. Cuando yo era niño, y de eso hace varios años, el indicio de que se aproximaba un cambio de estación era la aparición de las golondrinas, unos pájaros viajeros que anidaban en los tejados, criaban a sus polluelos y luego volvían a partir para buscar mejores climas, impulsados por deseo instintivo que las obliga a efectuar larguísimas jornadas para reproducirse, recorrer inmensas distancias, anidar en los riscos, enfrentarse con otros animales, nadar, pelear, en fin, hacer todo lo necesario para conseguir comida y criar a los hijos. Así ha pasado desde que el mundo existe y seguirá ocurriendo.  

Los comentaristas somos golondrinas. Nos quedamos solos algunas veces. Nadie nos acompaña. Y eso me pasó cuando escribí unas críticas, tal vez trasnochadas pero ciertas con respecto al himno nacional, que tiene más de cien años y se debe a la inspiración poética del único colombiano que ha sido declarado presidente vitalicio y que dominó por muchos años la política nacional al finalizar el siglo 19: el poeta Rafael Núñez, un costeño que cambió de partido, se pasó del liberalismo al conservatismo, se ideó la manera de anular su matrimonio y se casó con su amiga de toda la vida. 

El himno no lo entiende nadie. En algunas partes es un jeroglífico. Quisiera que me explicaran algunas estrofas, que son producto de la dudosa musa que se le metió en la cabeza al poeta del Cabrero, el barrio cartagenero donde vivía Núñez. A quien los lambones de la época, como cualquier Benedetti, le elogiaban todo lo que hacía o decía.  Lambones siempre habrá porque el poder es como un imán, los atrae, al igual que la vela atrae a los insectos. Cuando fui funcionario y podía conseguir puestos, no faltaba el personaje que me visitaba para sostener, con el propósito de que le ayudara, que yo tenía pinta para ser senador o por lo menos ministro. Y en seguida me entregaba hoja de vida de su recomendado.  

En fin, el himno es malo y así lo acaba de reconocer el columnista Fernando Quiroz, -a quien no  conozco-, para despejar susceptibilidades,-quien me apoyó al señalar que el himno ‘’es recargado, es pretencioso, y en muchos apartes incomprensible’’. Y remata con un gol de taquito: ‘’Es tan cargado de adjetivos, tan cursi, tan falsamente poético que si uno se detiene a oírlo solo puede imaginar a Álvaro Uribe Vélez cantándolo emocionado, con frac ombliguero y la mano en el corazón, así como se la puso cuando oyó por primera vez el himno de los Estados Unidos’’. 

La diatriba finaliza con una propuesta: ‘’es el momento de pensar en recomponer la letra del himno nacional’’. Hablando de recomponer: ¿Será la hora para resucitar con todo su poder el artículo 121 de la Constitución, que permitió manejar todos los problemas nacionales durante muchos años y sería la fórmula para meter en cintura a los transportadores, que no saben para qué es la democracia y han adoptado actitud subversiva que de continuar, atentará contra la estabilidad democrática? Ojo, Juan Manuel, si no se pone las pilas los camiones y Álvaro Uribe pueden tumbarlo. Eso es lo que quieren: el poder. ¿Se imagina un chofer, colega de Maduro, de presidente de Colombia?  GPT.

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