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Las divertidas crónicas de Orlando Clavijo
Orlando Clavijo Torrado nació por equivocación en un caserío de Sardinata, llamado La Victoria
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Miércoles, 10 de Mayo de 2017

Mañana viernes, el historiador  y columnista de este periódico, Orlando Clavijo Torrado, echará la casa por la ventana. O mejor, echará la torre por la ventana. En la Torre del Reloj, hará la presentación de su libro Las crónicas más divertidas de Norte de Santander, y de verdad que son divertidas. Habrá que llevar una buena carga de humor, de risas y sonrisas, para hacerle frente a este libro, que cuenta historias graciosas unas, irónicas otras, bien contadas las más, que Orlando ha venido recogiendo a lo largo y ancho de nuestra geografía.

Orlando Clavijo Torrado nació por equivocación en un caserío de Sardinata, llamado La Victoria. Por equivocación porque ha debido ser ocañero o abreguense, como lo es de corazón y de sangre. Nació en La Victoria (“Un hermsoso bebé, cachetoncito y barrigoncito”, dirían las Croniquillas de entonces). Se crió en Bucarasica, un pueblo de una sola calle que trepa por el lomo de una montaña. Y estudió en Ocaña, con curas. 

Algún analista de los pasos de Orlando Clavijo puede decir con toda seguridad que esos tres factores (nacido en un pueblo de campesinos, criado cerca de las estrellas, según su anterior libro, y educado con eudistas) forjaron su vocación de poeta y escritor.

Los padres eudistas le metían al estudiante, por las buenas o por las malas, el análisis gramatical, el análisis lógico, la prosodia, la sintaxis, la ortología y la ortografía, de manera que aprendía o aprendía. Y encima de eso, la existencia de centros literarios para declamar, leer cuentos y presentar obras de teatro, acababan de completar la formación literaria de aquellos seminaristas.

Orlando no tuvo vocación de cura, pero sí de escritor. Salió del seminario escribiendo y siguió escribiendo. Ni sus estudios de derecho, ni sus ajetreos como abogado y como funcionario judicial, ni sus cargos públicos, ni su fugaz paso por la política lo alejaron de su verdadero oficio de escritor. Pero Orlando Clavijo se dedicó al costumbrismo, a la picaresca, al humor, tal vez los géneros más difíciles en el ámbito de la literatura.

Leer a Orlando Clavijo Torrado es entrar a otro mundo. Es sumergirse en las peripecias de la vida diaria, con sus trajines, pesares y alegrías, pero viéndolos de otra manera, con otro cristal, el del asombro ante las cosas comunes y corrientes porque el autor sabe buscar  la otra cara de la moneda para entregarnos trozos alegres, joviales, sanadores de tristezas y enriquecedores de contento.

Mañana reiremos con las crónicas de Clavijo Torrado: la viejita, el bobo del pueblo, el dotor, el político, el cura. Nadie se salva de esta andanada de risas y alegrías.

La cita es en La Torre del Reloj, a las cuatro de la tarde. Y. como ya dije, hay que llevar una buena provisión de carcajadas, y hay que dejar las amarguras en la casa. Mañana es día de fiesta. 

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