La bruja más vieja se acomodó en su poltrona de huesos, se limpió las viejas gafas, miró con tristeza el auditorio y comprobó que ya se acercaba la media noche del 31 de octubre y las otras brujas no llegaban. Suspiró, con un suspiro que nada tenía de diabólico, y se dispuso a esperar la llegada de sus colegas.
Rengueando llegó una de las invitadas, apoyándose en su vieja escoba vuelta flecos que antes le había servido para atravesar los aires. Le dolían las coyunturas y de nada le servían los brebajes y pócimas que se había echado en ellas. Poco a poco como en un desfile de espantos asustados fueron llegando 13 viejas, que en su epoca habían causado terror en la región. Eran 13, numero cabalístico pero hace unos años el aquelarre se llenaba de multitud de brujas.
A las 12 en punto de la media noche la hechicera mayor tomó la palabra y dijo: “las he reunido para que hagamos un análisis de nuestra triste situación. Las brujas nos estamos acabando. Nadie cree en nosotras. Nadie nos teme. Somos cosa del pasado. ¿Qué hacemos?”.
Ninguna dijo nada. A lo lejos se escuchó un grupo de niños que pasaba cantando su estribillo “triqui triqui Halloween, quiero dulces para mí”. Un gato maulló a la distancia y algunos perros recordaron a sus antepasados aullándole a la luna llena.
Una vieja desdentada que había tenido fama de sembrar el terror sobre los techos de las casas, pidió la palabra para decir: - Nos ganaron la pelea los muchachitos barrigones que esta noche se tomaron las calles y con sus cantos y risas opacaron nuestras tenebrosas acciones.
Otra dijo: - La culpa es de nosotras que nos quedamos volando sobre escobas cuando el mundo está lleno de comunicaciones modernas. Hoy los espantos son los zombies, los extraterrestres, los alienígenas y los espíritus del más allá, mientras nosotras seguimos echando cartas, metiendo miedo con los gatos negros y oliendo a azufre y trapos quemados para infundir miedo en las gentes.
Otra dijo: - Nada de eso, nuestras recetas y remedios, y ungüentos y pomadas, siguen surtiendo efecto, curamos el mal de ojo, aliviamos los descuajes, atraemos amores imposibles y le arreglamos la suerte a los desarreglados.
Otra dijo: - Lo que sucede es que las mujeres se adueñaron de nuestro condición de brujas, se meten en lo que no les importa, brujean a los demás, conjuran los Facebook de sus maridos, se roban las fotos de los perfiles de las amiguitas para rezarlas o por lo menos para tenerlas en la mira.
-Todo eso es cierto- dijo la capitana mayor, arreglándose el capirote. – pero la gran y triste realidad es que los políticos acabaron con nosotros. Nadie habla de brujas sino de corrupción de los políticos, nadie cree en espantos sino en las defecadas de la Corte Suprema de Justicia, nadie les teme a los infiernos, sino a los escándalos de Odebrecht y nadie da cinco centavos, por los espantos de ultratumba cuando es Timochenko el que quiere llegar al poder.
De manera que nos cargó el pu, perdón, el patas. Hagamos un brindis, el último brindis de nuestras vidas y que sea lo que nuestro capataz, el viejo Luci, tenga dispuesto para nosotras. Tomémonos este elixir de la muerte y que rechinen nuestros huesos en las profundidades de las pailas.