-¿Usted es el que escribe en La Opinión? – me dijo una voz tembleque como la de un viejo, al otro lado del teléfono. Se notaba que hacía un esfuerzo para que las palabras le salieran claras.
-Sí señor. ¿Quién habla?- le contesté.
- No importa quién soy, o mejor dicho, quién era- me dijo la voz que, aunque golpeada por la vejez, no se me hacía extraña-. Lo importante es que tengo cosas para decirle, antes de que me muera. Sé que me quedan pocas horas de vida, y quiero confiarle a usted mi última voluntad.
-¿Y por qué a mí? –volví a preguntarle.
-Porque usted me entrevistó cuando estaba yo en el curubito. Cuando todo el mundo festejaba mi llegada, y todos se abrazaban, se besaban y se hacían ilusiones conmigo. En mi nombre, todos jartaban y bailaban y se volvían una recocha. Pero hoy que estoy viejo, calvo y arrugado, que soy el trompo de poner, que no puedo ofrecerles nada, todos me dan la espalda y desean que yo muera rapidito, y algunos hasta me han amenazado con meterme candela por el cuello arriba.
Lo encontré, en la dirección que me dio, en una callejuela llena de basuras, a donde lo habían tirado unos vecinos, para que no echara vaina y para que no se interpusiera en la llegada de su relevo.
Estabas más viejo de lo que me imaginé. Abandonado a su propia suerte. Sin muelas, le faltaban un ojo, una pierna y una mano. Tenía harapos por ropa, estaba lleno de mugre y su tuste era pelado, sin un solo pelo. Del tipo fuerte, poderoso y elegante que fue ayer, sólo quedaba un montón de arrugas, donde antes tenía piel.
Como pude lo saqué del basurero, lo acomodé en el andén y comenzamos la charla.
-Aquí estoy. ¿Qué quería decirme?
-Que el mundo es muy desagradecido. Después de que les di todo, mire cómo me pagan.
-Sí, señor. El mundo es una grosería. Los desagradecidos abundan por montones. Pero supongo que usted no me llamó para decirme lo que todos sabemos.
-No, señor. Quiero dar unos mensajes y que usted se encargue de darlos a conocer:
A Maduro, que tenga cuidado. Por ahí he visto en algunas esquinas a muñecos con su imagen y gente pidiendo plata para meterle voladores por donde sabemos y hacerlo estallar en pedazos a la media noche del 31. Le van a hacer la judía sin que se pueda defender. Mi consejo es que se pierda de Venezuela antes de que lo cuelguen. En el monte sus amigos lo pueden proteger, pero que no crea que lo van a nombrar comandante. Escasamente lo ocuparán, por su físico, para cargar municiones y vituallas.
A Petro, que no vuelva a confiar en los amigos que lo graban con el cuento de que son videos para la historia. Para la historia, sí, pero para su historia negra, que ya es abundante. Y que se consiga un maletín para guardar la plata que le mandan no se sabe de dónde, ni quién se la manda. Y que sepa escoger bien a sus compinches. Después lo niegan.
A Timochenko, que deje ya sus negocios sucios. Con lo que tiene y lo que Santos le dejó de jubilación es suficiente. Que no se meta en más problemas. Coma callado, y que se limite sólo a respirar.
Al bueno del Duque, que enderece su caminado, y le haga caso al que manda. Que cuidadito con parecerse a Juampa, traidor de siete suelas, porque le puede ir como a los perros en misa. Y que no se le olvide que la gente votó fue por Uribe, no por Duque.
A Ramiro, el presidiario, que cumpla su condena con juicio y deje a los cucuteños vivir en paz. Que ya hizo lo que tenía que hacer y deje de meterse en camisa de once varas. De pronto lo agarran con las manos en la masa y la cosa se le puede ir más hondo de lo que ahora la tiene.
A William y a César, que caminen con pies de plomo porque el camino es culebrero, miren que el palo no está para cucharas. Que hagan lo que hizo Petro, guardar todo en bolsas de plástico y arrumarlas debajo de la cama.
Y a todos los que fueron mis amigos y favorecedores, les deseo lo que ahora me están deseando a mí. Y cuando yo me achicharre a la media noche del 31, su conciencia también se les empezará a achicharrar porque todo en esta vida se paga.
Hasta nunca, pueblo desgraciado. En el infierno nos vemos.
(Declaraciones del año 2018, en vísperas de su muerte)