La semana pasada, o la de los días santos, fue un buen pretexto para conversar con los amigos y los visitantes sobre el tema que absurdamente polariza al país: “la guerra y la paz”.
Cuando aprobamos el Acto Legislativo transitorio y sustitutivo No. 1 de 2016, dimos como razón la necesidad de poner fin a más de cincuenta y cuatro años de violencia entre el Estado y las Farc, con el criterio gringo que cita Woody Allen, que la guerra, tenía esa edad, contando el tiempo desde el Gobierno del abuelo de Paloma, hasta el del papá de Martín, cuando en realidad son doscientos años.
Y en las conversaciones acudimos a los libros y a las crónicas de prensa, para concluir que nosotros hemos sido violentos desde siempre.
Que en la vida republicana coleccionamos ocho guerras civiles nacionales, todos contra todos y cuarenta guerritas locales y solo en el siglo XIX. Todos con las mismas constantes: Liberales, Conservadores y la Iglesia en la mitad. Antonio Caballero nos ilustra con la pimienta y afirma que hubo guerras salidas de querellas personales de políticos y de militares, rivalidades regionales, como siempre guerra por los presuntos fraudes electorales, por la pobreza y por los endeudamientos económicos y luego; cada guerra con su correspondiente armisticio y su amnistía, que generalmente era la casusa de la siguiente. Y paradójicamente nos dieron cohesión de nación. “No había más ruidos: los de las guerras y los rezos de los curas”
No sobra recordar que antes de estas ocho guerras civiles, hubo las de la patria boba y las de las de la independencia y luego las de Colombia contra el Perú ya separados, o con Ecuador cuando se disolvió la Gran Colombia. Sí. Siempre hemos estado en guerra.
La primera Guerra civil fue la de los Supremos, por cada General y gamonal, rico terrateniente, era jefe supremo de la guerra en su provincia con esclavos y peones. Esta la inició Obando que entonces era clerical y peleó por los frailes y las monjas, “declarándose protector de la religión del crucificado”.
La segunda Guerra civil se dio en 1851 en el gobierno liberal de José Hilario López contra los conservadores de Ospina Rodríguez y Julio Arboleda que abolió la esclavitud y le quitó la mano de obra a los terratenientes y fueron derrotados. La tercera guerra fue en 1854 de todos contra José María Melo un general tolimense de formación prusiana de las ideas socialistas de Proudhom. La cuarta Guerra civil llamada “La Magna” contra la opresión de Ospina Rodríguez que produjo el levantamiento de “Mascachochas” el general Herrera, un payanes megalómano que primero fue conservador y luego liberal y luego amabas cosas y juraba que era primo de la reina Victoria. El único insurrecto que ha triunfado en Colombia. La quinta guerra civil fue la de 1876, llamada la “guerra de las escuelas”, esta vez el pleito lo compraron los conservadores y fue por la educación, con la Iglesia católica y el clero como protagonistas, contra el gobierno liberal que pretendía imponerla pública, obligatoria, laica y gratuita. ¿Habrase visto?
Perdimos la guerra los godos.
La sexta guerra fue la de 1885 que llevó a Núñez al poder y trajo la Constitución del 86 que duro 104 años. La séptima Guerra civil fue la de los mil días en la peleó el abuelo de “Gabo” que se quedó esperando la carta, porque no hubo quien le escribiera.
Adenda: Hay que apoyar al gerente Pacho Cortez Ramírez en la institucionalización de EIS CÚCUTA SA ESP, ante las torpezas de Aguas Kpital. Rodeémoslo.