Nuestra patria parece a ratos una viejita chuchumeca, de más de doscientos años, que anda con bastón y con demencia senil. Y ahora, pa completar, no puede salir ni siquiera a celebrar sus fiestas.
Y es que le ha ido mal a nuestra pobre patria. Los españoles la violaron, la saquearon y casi la dejan en la ruina. Por allá por los años de 1810, los santafereños estaban alborotados contra los que gobernaban en nombre del rey. Los ilustrados pedían un poco de mermelada, pero por ser criollos no les daban a probar las mieles del banquete. Eso y el deseo de independencia fueron motivos para que el 20 de julio del mentado 1810, los criollos pegaran un grito tan estruendoso, que el virrey y los demás gobernantes salieron corriendo.
Sin que sea muy cierto, a ese día lo llamaron Día de la Independencia, y desde entonces izamos la bandera tricolor, hacemos desfiles, quemamos pólvora y echamos discursos. Digo que no es muy cierto porque los españoles volvieron y nos encontraron con los calzones abajo, peleando por si deberíamos ser departamentos o estados.
Nos doblegaron de nuevo, pero esta vez a sangre y fuego. Afortunadamente aparecieron Simón Bolívar y el cucuteño Francisco de Paula Santander, que organizaron nuestros ejércitos y después de mucho batallar nos dieron la victoria.
Vino otra vez el problema de cómo organizarnos y fue entonces cuando en Villa del Rosario se dictó la primera Constitución de nuestro país. Precisamente el año entrante estaremos celebrando esos doscientos años.
Luego nos dividimos entre rojos y azules, y otra vez plomo y machete venteado durante más de sesenta años. Después aparecieron las guerrillas y los narcos y los paracos, y esto se puso pior. Pa´completar apareció un fenómeno llamado corrupción, en el que han caído gobernantes y gobernados, policías y generales, curas y sacristanes, porteros y gobernantes, hombres y mujeres e intermedios. ¡De malas nuestra patria!
Como si fuera poco, este año nos apareció el animalejo ese que nos tiene aculillados porque se cuela por donde menos uno se da cuenta: por debajo de las puertas, en los billetes, en los saludos y besos, en las arrejuntadas, en el suelo y en el aire y en el agua. Y la vaina es mortal.
Por eso nuestra pobre patria anda también aculillada y de capa caída. Ayer, por ejemplo, 20 de julio, no pudo salir a desfilar con soldados y policías y perros y tanques y aviones, como nos tenía acostumbrados. La patria sabe que no puede salir porque a los viejitos nos tienen prohibida la calle.
Pero en medio de todo, hay cosas alentadoras. La Academia de Historia de Norte de Santander, por ejemplo, ha dado muestras de una vitalidad exuberante y no dejó pasar ayer desapercibida la fecha. El presidente, un muchacho piloso, elegante, bien criado y con un montón de sueños en la cabeza, tomó el toro por los cachos y le ha hecho frente a la pandemia. “No salgan, mis viejitos –nos dijo con voz dulce y melodiosa- pero vamos a celebrar este 20 de julio con todo, por internet”. Es la misma voz tierna y cariñosa con que nos vive cobrando el aporte que los académicos debemos dar a la academia. El hombre se llama Luis Fernando Niño López, y por lo que se ve, durará muchos años en la presidencia. Yo así se lo vivo rogando a mi patrona, la Virgen de Las Mercedes.
Pues bien, se buscó otro académico joven, preparado y con las pilas puestas, Yotuhel Díaz G. para el discurso de orden de la sesión solemne virtual, y la sesión salió resplandeciente. El que sabe, sabe, decía mi abuelo. Además el presidente y su junta directiva ascendieron a miembros honorarios a tres insignes académicos, que le han dado brillo y altura a nuestra Academia: Cicerón Flórez, maestro del periodismo nacional y orgullo cucuteño, Arturo Melo Díaz, docente universitario y que en cuestiones de Derecho y humanismo se las sabe todas, y el gran hombre, ex presidente de la academia, ejemplo de calidad humana y de sapiencia, Pablo Chacón Medina, ya retirado de toda actividad pública, para dedicarse a escribir y a leer. Desde ayer son miembros honorarios de la academia de Historia de Norte de Santander.
Así las cosas, nuestra patria puede tener un montón de años, pero con instituciones como la Academia de Historia de Norte de Santander, Colombia seguirá siendo grande, joven y echada pa´lante. A pesar de los pesares.