Resulta increíble repasar la historia con nuestro principal vecino, siempre en medio de accidentadas y a veces azarosas situaciones en donde terminamos comportándonos como enemigos, cuando hemos tenido un pasado común y deberíamos estar arropados por el sueño del Libertador Simón Bolívar que luchó y pregonó por una nación grande que abarcara desde Venezuela hasta el Perú y que pudiera estar en condiciones de contrarrestar el poder del norte. Su lema, plasmado precisamente en una norme valla en toda la frontea entre Colombia y Venezuela, a manera de sentencia y anhelo angustioso, dice “Unión, unión, unión”.
Pero los factores políticos que han rodeado esa relación, siempre resultan estar enmarcados por los intereses personales y partidistas de los gobernantes de turno, que se viven inventando fantasmas para distraer la opinión pública y colocarla en el supuesto de nacionalismos y de intereses inventados con fines netamente electorales.
Prácticamente casi todos los presidentes han utilizado esa arma peligrosa y nociva, y las consecuencias han recaído sobre millones de personas que habitan los municipios fronterizos, ya emparentados y con familias comunes, pero quienes se ven abruptamente separados y marginados produciendo enormes consecuencias en la integración familiar, en la vida cotidiana de las personas y en el factor económico que se ve gravemente perturbado por tales acontecimientos.
Ni siquiera el Pacto Andino pudo sobrevivir a todos esos desafueros y lo que vemos hoy es el más triste balance con una zona económica destruida, con una perturbación social que se refleja en ruina, destrucción, carencia de oportunidades y negación de los mínimos factores de solidaridad.
Resulta completamente inadmisible, que en medio de ese escenario que acabamos de vivir durante casi 20 años, las personas de cada uno de los países tuvieran que acudir a trochas peligrosas, para tratar de obtener una atención en salud, para conseguir elementos de primera necesidad, o para poder acceder un establecimiento educativo de primer orden, condenando de esta manera hasta los niños y ancianos a padecer toda esa clase de vicisitudes y hasta exponer sus propias vidas.
Se han reabierto por fin las fronteras y lo importante sería ahora trabajar sobre un tratado internacional de largo plazo, que permitiera crear un escenario cierto y válido que permita ofrecer una estabilidad en tal sentido y una oportunidad para que esas regiones, compuestas por familias comunes, puedan apreciar la certidumbre de que ambos Estados respetarán unas condiciones de operatividad que les permita actuar con tranquilidad, no solo en el plano de una libre movilización, sino en el intercambio de bienes y servicios, así como de atención de necesidades básicas.
Triste pensar que el sueño del Libertador, haya sido pisoteado por un gobierno que dice representarlo, y que ha utilizado su figura para implantar toda clase de desafueros en su nombre.