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La necesidad de la esperanza
Colombia reclama una expresión política que le permita enfrentar su futuro con decisión...para ello ante todo debe superar la dañina polarización.
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Jueves, 22 de Junio de 2017

En estos momentos de cambios telúricos en lo social, ético, ambiental y político, que sacuden y sacudirán al mundo y a Colombia, y en medio de la confusión reinante, hay una voz, una aspiración que se escucha con creciente fuerza, que empieza a transformar la realidad política. Es la voz que reclama poder volver a tener esperanza. Esperanza de cambio.

Fue esa la fuerza social que Obama interpretó y que contra todos los pronósticos, permitió que un negro sin mayor trayectoria política llegara a la Presidencia norteamericana; fue la que puso contra las cuerdas al Partido Popular y al PSOE en España, tierra de “indignados”; la que movilizó el voto laborista en Inglaterra; la que le permitió a Emmanuel Macron desatar un verdadero revolcón en la política y en los grandes partidos franceses: 2/3 de las curules de la Asamblea Nacional francesa - la asamblea que fue el corazón de la revolución en el siglo XVIII - serán ocupadas por ciudadanos de a pie, sin experiencia previa en los avatares políticos.

Solo el tiempo dirá que queda de todo esto, pero el primer paso ya se está dando. Un gran paso en el camino de hacer realidad esa esperanza y dejar atrás uno que ya se agotó, que llevaba a más descomposición y retroceso social, económico y ético, a más destrucción ambiental, aderezados con una corrupción y cinismo entronizados en el poder. Se trata del escenario donde se vive la tragedia de millones de personas que perdieron su presente y les han cerrado sus posibilidades de futuro, ante todo de jóvenes de todas las condiciones que quieren mirar hacia adelante con esperanza y que han dicho ¡basta!. 

El otro escenario es el de los actores del viejo mundo económico, campesinos y sectores empresariales rurales, obreros cuyos puestos de trabajo emigraron o fueron crecientemente sustituidos por vertiginosos avances tecnológicos. Todos ellos son presa de la nostalgia de un tiempo pasado mejor, de un mundo que no volverá y en el cual ellos, los hoy desplazados, los ninguneados, tenían un puesto, jugaban un papel. Esa realidad nostálgica es el combustible electoral de los populismos de derecha que alimentan la esperanza de recuperar ese pasado añorado. Es el discurso de un nacionalismo romántico con significativa acogida en circunstancias como las actuales. Es el voto por Trump y por la salida de Inglaterra de la Unión Europea

¿Y esta película como se desenvuelve en Colombia? Acá el catalizador de la crisis es el tema de la guerra y de la paz, en el contexto de un país dinámico y vibrante pero aprisionado por un molde institucional y un modelo de desarrollo que en vez de impulsar y canalizar la enorme energía de nuestra sociedad en movimiento, la restringe y la desordena, deformando ese avance social espontáneo/natural, con lo cual se le cierra el camino a una transformación necesaria e inaplazable. 

Colombia reclama una expresión política que le permita enfrentar su futuro con decisión y un propósito compartido, y para ello ante todo debe superar la dañina polarización, de fondo electoral, entre supuestos amigos y enemigos de la paz, entre castrochavistas y fascistas, según califican los unos a los otros. Esa polarización nos coloca en un horizonte de no futuro; superarla es condición necesaria para recuperar la esperanza y lograr que ésta sea la catalizadora de una política diferente. La política tiene una característica, puede ser noble y digna cuando está al servicio del interés general o volverse una pelea de verduleras, como se dice coloquialmente, cuando se baja a la triste arena de los intereses personales, que es lo que hoy padecemos.

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