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La magia del siete
Los siete pecados capitales, son siete, ni uno más, ni uno menos...
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Lunes, 6 de Junio de 2016

No sé qué misterios encierra el número 7, pero que los hay, los hay. Para empezar pensemos en la creación del mundo.

Dios, con ser Dios, infinitamente sabio e infinitamente poderoso, hubiera podido crear la tierra en un día, en un instante, en un soplo, con todo lo que en ella se contiene, y no con una Eva, sino con muchas Evas, para que Adán pudiera darse gusto, hasta ahitarse.

Pero, no. Se gastó los siete días bien contados y hasta se dio el ancho el último día, descansando, pereceando, bendiciendo la siesta. Y no puede decirse que lo hizo para que el universo le quedara bien hecho.

Las guerras, la envidia, los malos gobiernos, las guerrillas, los Maduros, son buen ejemplo de que el mundo no quedó bien hecho.

Otro caso sobre el 7: Eleuteria, la vieja bruja de mi pueblo, siempre aconsejaba bañarse con las 7 hierbas contra la mala suerte y las enfermedades postizas y la infidelidad de las mujeres. No formulaba bañarse con seis ni con ocho hierbas: Eran siete.

Volvamos a Dios: Al arco iris le puso siete colores. Hubiera podido dejarle sólo el rojo y el negro que tanto nos gusta (y a los del Eln), pero no. Eran siete, y siete fueron.

Las notas musicales son siete. El profesor Rafael Darío Santafé nos rajaba en Música cada vez que en los solfeos nos saltábamos del do natural al sol de pecho o viceversa.

Y porque hay siete notas es que tenemos boleros tan buenos y bambucos tan enternecedores y pasillos tan nostálgicos. En cambio, eso que llaman la música de hoy, la champeta o la música de calle, no necesita de notas porque son un solo sonsonete con letras insulsas y ritmo de tatucos a todo volumen.

Los siete pecados capitales, son siete, ni uno más, ni uno menos, así en la confesión sólo nos arrepintamos de dos o tres. Si yo hubiera llegado al solio de Francisco, habría eliminado dos pecados capitales de los siete: la pereza (tan sabroso que es perecear un lunes festivo, por ejemplo) y la lujuria (sin palabras).

Los sacramentos también son siete aunque, a decir verdad, ya son muy pocos los que se cumplen: Nadie se confiesa, pues de las iglesias quitaron hasta los confesonarios; nos estamos quedando sin curas, pues ya son muy pocos los que se ordenan. Ojalá ordenen mujeres a ver si el asunto se compone. Y los enfermos no siempre piden la extremaunción antes de partir al viajecito que sabemos. Pero el catecismo sigue hablando de siete sacramentos.
   
Hace poco fui a San Andrés y una de las bonitas  atracciones fue ir al mar de los siete colores. Una tarde me puse a contarlos y resulté soñando despierto con sirenas. Fue mi mujer la que me regañó: “Se embobó mirando el mar”, me dijo, y se me acabó la hermosa visión.
   
He hecho todo este recorrido buscando explicaciones para la magia del 7, porque vi hace poco la noticia de una pobre mujer que tuvo siete hijos del totazo. Tuvo septillizos. Dije pobre mujer, pero en verdad pobre hombre, el papá.

-Vaya cámbiele el pañal a José María y déle tetero a Luisa y sáquele los gases a Felipito –le grita la mujer.

-Mija, es que yo los confundo, no sé quién es quién.

-Estos hombres sí que son unos inútiles. Todo tengo que hacerlo yo, como si fuera la muchacha del servicio. A ver, quítese de ahí, que lo único que hace es estorbo. Y mire a ver si se manda a capar, porque ya tenemos mellizos, trillizos y ahora septillizos, Los próximos serán una docena. ¡No jodás!

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