Las ideas son como flores frescas en un jarrón, pájaros trayendo hebras al nido, búhos sabios con ojos grandes, o aves migratorias que juntan sus rituales de viaje, para su fuga celeste y visionaria.   

Son mariposas invisibles del destino, con alas de cristal, y pasan como un arroyo transparente de sueños que anhelan un escenario del alma, donde puedan reposar y ser el instante supremo de un pensamiento puro.

Su génesis es una inspiración que siembra y cosecha, a la vez, como en un huerto de milagros, un fuego intelectual que se aviva con el resplandor del infinito y el descenso luminoso de las estrellas que, antes, nos miraban lejanas.

Uno siente su influjo en la mente, una sombra palpitante que quiere volar, como cuando la esperanza busca salir de la caja de Pandora y colgarse del arco iris, para fecundarse a sí misma en el ritmo mágico del tiempo.

Las ideas salen a polinizar las palabras, el arte, el encanto de los sentimientos humanos, se vuelven verbo en una flor y, cuando reposan en los pliegues del ingenio, acuerdan una alianza íntima con la espiritualidad. 

Y son un caracol que lleva en su andar lento el rumor visionario de la sabiduría, que revela secretos que sólo el silencio escucha, porque los esconde en el viento y en las hojas de los árboles centenarios.

La libertad está hecha de ideas épicas, nutridas de sol, para que la inteligencia engendre el gozo del asombro y la seda de la brisa hile fragmentos de mar que nos abran los límites del horizonte…para ir hacia la luz.

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