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La ciudad como nuevo paradigma
Estamos en una época de profundos cambios paradigmáticos.
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Viernes, 20 de Noviembre de 2020

“El campo de la economía está atravesando su cambio más profundo en cerca de cien años”; con esa frase, Eric. D. Beinhocker inicia su libro, “El Origen de la Riqueza, el replanteamiento radical de la economía y lo que eso significa para los negocios y la sociedad”. 

Por su parte Geoffrey West, en su importante libro, “Escala – Las leyes universales de la Vida, el Crecimiento, y la Muerte en Organismos, Ciudades y Compañías”, dice que, “las ciudades han emergido como la fuente de los más grandes desafíos que el planeta haya encarado desde que los humanos llegaron a ser sociales. El futuro de la humanidad y la sostenibilidad de largo plazo del planeta están inextricablemente vinculados con el destino de nuestras ciudades”.

Y añade, “Una ciudad no es solo la suma agregada de sus vías, edificios, líneas y cables que comprende su infraestructura física, ni es solo la suma acumulada de las vidas e interacciones de todos sus ciudadanos, sino es más bien la amalgama de todo esto en una entidad viviente vibrante y multidimensional”. 

Y finalmente, Benjamin R. Barber, en su libro “Si los alcaldes dirigieran el mundo” concluye que en la medida que el estado nacional se ha hecho disfuncional, las ciudades han crecido en importancia. 

El impresionante desarrollo de los sistemas de información que se ha dado en las dos últimas décadas, ha permitido el desarrollo de la ciencia de la complejidad, cuyo impacto sobre ciencias sociales como la economía y la sociología, o sobre campos multidisciplinarios e interdisciplinarios como la planeación urbana, el seguimiento del cambio climático o el manejo de pandemias, haya sido casi telúrico. 

Los libros mencionados arriba, son parte del material que está saliendo con los replanteamientos que se están dando en esas disciplinas. 

Estamos en una época de profundos cambios paradigmáticos, y lo impresionante, tanto a nivel país, pero en especial a nivel ciudad, es ver que seguimos anclados al pasado y sus ideas, las cuales queremos remozar con adjetivos de modernismo, progresismo y otra serie de ismos que en realidad solo buscan preservar o profundizar un modelo que ha mostrado su incapacidad de dar desarrollo, y por tanto, de romper el círculo de pobreza en que nadamos de manera crónica.

Y cuando la ciudad, entendida en su alcance urbano metropolitano, no en su mirada restringida político-administrativa, se reconoce como el epicentro para enfrentar los grandes problemas actuales, aquí seguimos anclados en la nacional; cuando vivimos en un mundo urbano, aquí seguimos hablando del girar alrededor de un mundo rural; cuando la planeación de abajo hacia arriba, es decir, descentralizada, se toma el mundo, aquí seguimos impulsando el centralismo y la planeación dirigida desde lo nacional; cuando las ciudades amplifican lo bueno y lo malo, y son sistemas evolutivos, aquí nos plegamos a decisiones burocráticas mediocres, que solo conducen a la anarquización de las ciudades; en fin, cuando el mundo cambia, y las ciudades toman el destino en sus manos, aquí nos anclamos a un pasado árido y manejado por otros.

El compositor John Cage escribió, “No puedo entender porque la gente se asusta de las nuevas ideas. Yo estoy asustado es de las viejas ideas”. Y el historiador Alfred Whitney Griswold, dijo, “La única bomba segura contra las malas ideas son mejores ideas”. Y el primer paso para luchar contra las viejas ideas es neutralizar a los dirigentes que las tienen y las usan, muchas veces para su beneficio. La juventud preparada con buenas ideas, debe pasar al frente y jubilar a “tanto distinguido” dispuesto a no permitir ningún cambio. Una juventud que redefina el papel limitado del sector público e impulse el sector privado como motor del desarrollo, encontrará en los distinguidos dirigentes “progresistas” que todo lo que proponen es centralismo y colectivismo, a su principal enemigo; pero esa lucha contra los viejos poderes, es lo que nos dará esperanza de no volvernos cada día más insignificantes.

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