Definitivamente el mundo científico y el espiritual no pueden mezclarse, en tal caso, complementarse. La ciencia se basa en algo conocido como evidencia, se deben comprobar las ideas para que sean aceptadas, sin embargo, en la espiritualidad no se hace necesario comprobar nada, solamente sentir, y esto se consigue a través de un acto de FE.
Un acto de FE consiste en creer fervientemente en una propuesta, convertirla en un axioma y defenderla a capa y espada. El mejor ejemplo son las religiones, donde a las personas solo les basta con la existencia de un ser supremo para achacar cualquier acontecimiento inesperado o imposible, a su voluntad.
Este es el caso de la cura de enfermedades o librarnos de la muerte. Estas creencias enriquecen el espíritu y de alguna forma ayudan en la mejoría del estado de ánimo y probablemente en el resultado de los hechos. Sin embargo, existe otro acto de fe que puede resultar contraproducente, la confianza ciega en otra persona.
Así encontramos a quienes se enamoran de alguien que les ofrece amor eterno y abundancia de promesas para obtener favores carnales o préstamos de dinero, o la comparación con un evento reciente, las promesas electorales, las cuales nunca terminan de cumplirse vengan del candidato que vengan. Hasta este momento no me he referido a situaciones que sean extrañas o poco frecuentes, ¡qué va!, esto ocurre con mucha regularidad, pero el asunto se vuelve un poco raro cuando aquellos que han depositado su buena fe en seres de carne y hueso, caen en la mala fe de darles configuración de seres divinos, inequívocos e incapaces de una mala acción, a esos, sus maltratadores emocionales.
No logran entender razones y se vuelven enemigos de compañeros y familiares que, bajo algunos consejos, tratan de hacerlos volver a la cordura. Por lo tanto, se echan la culpa de la agresividad del marido abusador o justifican todo lo que hace el candidato que acaba de ganar la elección. ¿Puede entonces una persona estar tan ciega solo por un acto de fe?, por supuesto que sí, ya que de eso se trata, una experiencia que no precisa ser comprobada, solo se necesita creer, y las personas creen en lo que necesitan (un tanto paradójico pero cierto).
La gente va buscando por la vida lo que les falta y si se cruzan con otro que se los ofrece, no van a desperdiciar la oportunidad de obtenerlo, luego no importa si es falso o real, ya no lo quieren perder, aunque sea una mentira. Pero toda esta mala fe termina por causar problemas, dañar las emociones, la estabilidad mental y por supuesto aparecen los síntomas.
La mente comienza a defendernos y no aceptamos la realidad porque es dolorosa y el cerebro está hecho para protegernos, así que sencillamente responde a todo con “eso no es así”, “me tienen envidia” y “no es culpa de él, pobrecito”, acompañado de dolores de cabeza, subidas de tensión, insomnio y muchos otros síntomas físicos. Despertar de esos sueños duele mucho, se sufre porque aun cuando se tenía una ilusión que no era cierta desde un principio, era una ilusión al fin, pero es necesario abrir los ojos.
Por fin, alguien recomienda acudir al terapeuta, donde termina reconociendo la dura realidad y se inicia el camino hacia la recuperación de la salud y de la “cordura”. Todos tenemos una primera experiencia, la verdadera sabiduría consiste en aprender de ella y tratar de reconocer la mala fe a tiempo, para no volver a caer en la misma trampa, o que la ceguera no dure tanto.