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Hoy, Día del Hombre
A ese José, trabajador, humilde, callado, que jamás tuvo ni un sí ni un no con María, que se desvelaba por su mujer y su hijo adoptivo, que no se iba a las tabernas a gastarse lo de la semana, le acomodaron la tarea de ser nuestro patrono. 
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Viernes, 19 de Marzo de 2021

Empiezo por agradecer de antemano a todas mis amigas, conocidas, compañeras, lectoras, admiradoras, parientonas y demás, que hoy me enviarán algún mensaje, algún cariñito, algún detalle, por ser día de San José, y por lo tanto, Día del Hombre, según dicen por redes sociales y por internet.

Con mi humildad, aprendida del Carpintero de Nazareth, les digo que aceptaré lo que quieran mandarme (menos madrazos), sin exigencias ni compromisos. 

Los hombres no  saldremos a desfilar para reclamar de las mujeres una mejor compañía, ni más comprensión, ni un mejor trato. No verán un solo grafiti en el que pidamos que a los maridos no nos toque lavar más platos; ni carteles con abajos al feminismo, ni siquiera un solo grito de “maridos de todo el mundo uníos”. Nada de eso. Y ni siquiera un “no más cantaletas”, “no más esclavitud” saldrá de nuestros labios.

Me parece apenas un acto de elemental reciprocidad, que así como en el Día de la Mujer, que acabamos de celebrar, las colmamos de amor y de atenciones, ellas también mañana se vengan con todo para que los varones tengamos un día feliz, pleno de amor y de atenciones.

Llevamos un año encuarentenados y eso nos da autoridad moral para solicitarles a nuestros pares femeninos que nos permitan salir al menos unas cuantas horas a reencontrarnos con nuestros amigos, al billar, al fútbol, al malecón.  Si el gobierno ya dio permiso de salir hasta la media noche, es justo y necesario que a los maridos nos dejen salir y podamos regresar tranquilos, sin el temor de los regaños y de que nos nieguen la prestación de los servicios elementales como la comidita y el lavado de ropa.

La de hoy es una bonita oportunidad para que  nos anuncien la buena nueva  de que ya cesó la horrible noche: “Gordo, puede volver a salir los viernes en la noche, pero pase lo que pase y haga lo que haga, por amor de Dios, no se quite el tapabocas y guarde siempre la distancia. En el bolsillo le echo el frasquito de gel. Cuídese y cuídeme”. Eso es amor. Eso es comprensión. Eso es de todo.

¿Y por qué a san José lo metieron en este rollo de ser el patrono de los hombres?   Muy fácil. El hombre, algo viejón, tenía su ebanistería en Nazareth. Fabricaba mesas, taburetes y camas y baúles, y con eso se ganaba lo del plato de comida para los tres, María, José y el carajito que les había nacido, y a quien llamaron Jesús. De sol a sol camellaba José, tratando de ahorrar algunos centavitos para mandar al niño a estudiar a Jerusalén. Afortunadamente Jesús les salió inteligente y  se las sabía todas: Se metía a las sinagogas a discutir con los doctores de la ley, y les ganaba. Pa’ la lengua, no había quién le ganara. Por ese lado los papás se ahorraron lo de la U.

A ese José, trabajador, humilde, callado, que jamás tuvo ni un sí ni un no con María, que se desvelaba por su mujer y su hijo adoptivo, que no se iba a las tabernas a gastarse lo de la semana, le acomodaron la tarea de ser nuestro patrono. 

¿Quién lo postuló para ello? Estoy por pensar que fue alguna mujer, para que los hombres siguiéramos su ejemplo. Algunos lo imitamos muy bien, otros no tanto. Sea lo que sea, la fecha es propicia para que el mundo femenino se acuerde hoy de nosotros los sufridos, los abnegados, los héroes anónimos, los hombres. Yo veré.  

gusgomar@hotmail.com

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