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Hayacas en San Petersburgo
Un recorrido de 9.280 kilómetros.
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Martes, 30 de Mayo de 2017

A la hora señalada nos reunimos todos los viajeros. Tiquete en mano, morral a la espalda y muchas ganas de hacer el recorrido en el tren más largo del mundo, el Transiberiano. Se trata de un recorrido de 9.280 kilómetros, que se hace en siete días con sus noches, sin bajarse del tren.

Pero nuestro interés no era tanto llegar al final, sino conocer por donde iríamos pasando. De manera que, de común acuerdo, decidimos ir haciendo paradas en algunas de las muchas ciudades por donde pasa aquel majestuoso ferrocarril.

Así se lo hicimos saber a nuestro guía, el médico Igor Ramírez Gómez, quien se despojó de su bata de médico, su estetoscopio y sus libros de medicina, para viajar con nosotros, hablándonos sobre el tren, su historia y los sitios por donde  iríamos pasando.

El grupo era heterogéneo. Había allí médicos, empresarios, historiadores, escritores, abogados, periodistas. De todo como en botica. Pero a todos nos unía el deseo de viajar y de conocer y de aprender. Y así fue. Nos subimos al Transiberiano, que nos llevaría desde la Rusia europea hasta la Rusia asiática.

Donde el guía nos indicaba, ahí descendíamos. Conocimos ciudades, puertos, montañas, llanuras, ríos y lagos. Entramos a museos, admiramos construcciones de la época de los zares, nos deslumbramos con altísimas torres y catedrales en cuyo interior hay varias iglesias.

Nos llamó poderosamente la atención el lago Baikal, uno de los más grandes del mundo, con una longitud de 656 kilómetros, 80 kilómetros de ancho y profundidad de más de kilómetro y medio. El Transiberiano bordea gran parte del lago y así nos dimos ese banquetazo de turismo y de historia natural.

Revivimos los lejanos conocimientos sobre Nicolás II, el último de los zares, derrocado por la revolución rusa y ejecutado, junto con su familia, después de la revolución bolchevique de 1917.

En Moscú admiramos una moderna ciudad, donde el comunismo le dio paso al capitalismo, reflejado en una sociedad de consumo, con grandes almacenes y centros comerciales al estilo occidental, como si Estados Unidos se hubiera metido a la capital rusa.

Nos tropezamos allí con McDonalds, pero no quisimos jalarle a las hamburguesas porque ya nos daba el olor de las hayacas que venía de la cocina. ¡Y hayaca criolla mata hamburguesa extranjera!
   
Y así fue. Al final del recorrido y de muchas preguntas que le hicimos a nuestro culto guía, nos dijeron que era hora de pasar a la mesa. Doña Mariela, la señora madre del conferencista, y su auxiliar, doña Inés, nos atendieron a las mil maravillas, con tamal y chocolate, al estilo santafereño.
   
Fueron tres horas que duró nuestro viaje virtual, escuchando a Igor Ramírez Gómez, quien en una magnífica charla, adobada con fotografías  y diversas imágenes, nos contó las peripecias del recorrido que acababa de hacer en el tren transiberiano.
   
Tres horas, con la boca abierta, escuchándolo, nos abrieron también el apetito, lo que se evidenció al dejar los platos limpios.  Con la barriga llena y el corazón contento, nos marchamos de la casa del doctor Pablo Emilio Ramírez Calderón, quien, como siempre, dio muestras de ser un excelente anfitrión. Ojalá sus hijos sigan viajando y a nosotros nos sigan invitando al recorrido virtual con hayaca real. 

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