Adquirí en la Filbo de Bogotá, de este año, “Crónicas sobre la vida del Siervo de Dios Rafael García Herreros”, un libro que salió a la luz en 2024, editado por la Corporación Universitaria Minuto de Dios. En la portada, el título quedó incompleto, pero la ficha técnica confirma el que eligió su autor: Antonio Cacua Prada, un político, abogado y diplomático cuya hoja de vida rebasa cualquier resumen. Cacua nos entrega su visión íntima de vivencias y recuerdos con esta figura inolvidable para la Nación y, sobre todo, para los nortesantandereanos.
García Herreros llevaba en las venas la estirpe del general Francisco de Paula Santander. Su bisabuela paterna, María de Jesús Santander y Rangel de Cuéllar —prima hermana del general y sobrina segunda de doña Juana Rangel de Cuéllar, quien donó los terrenos donde se asienta Cúcuta y pereció en el trágico terremoto de 1875— forjó ese vínculo familiar. Ese linaje no es mera anécdota: impregna su legado, que hoy se mantiene vivo en familiares como su sobrino Julio César García Herreros Prada, mi buen amigo que hace un buen tiempo dirige la Biblioteca Pública Julio Pérez Ferrero, donde es custodio de memorias como la de su tío.
El libro, en seis capítulos de fácil lectura y sin ampulosidad —a la manera de mi estimado historiador insigne Antonio Cacua Prada—, ilustrados con precisión, nos sumerge en el contexto vital del llamado “Telepadre”. Fue él el fundador de la Corporación “El Minuto de Dios”, una obra que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) elogió como modelo de erradicación de la pobreza. Por eso lo tildaron de “la conciencia social de Colombia”. Lo recomiendo sin reservas: es un retrato vivo que invita a redescubrir su huella en la sociedad.
Quise detenerme en este tema porque se cumplieron 33 años de la muerte del padre Rafael García Herreros Unda, acaecida en Bogotá el 24 de noviembre de 1992, a los 83 años. Su muerte se dio precisamente mientras transcurría la celebración del “Banquete del Millón”. Leyendo el libro, en su parte final, Cacua explica que, por las admirables virtudes de García Herreros, la Conferencia Episcopal de Colombia aprobó adelantar su proceso de beatificación y canonización. Se abrió el 3 de octubre de 2014 en la Diócesis de Engativá, Bogotá; lo inició el obispo Héctor Luis Gutiérrez Pabón (q.e.p.d.) y lo concluyó en su fase diocesana su sucesor, monseñor Francisco Antonio Nieto Súa, el 30 de octubre de 2018. El expediente se entregó a la Comisión de la Congregación de la Causa de los Santos, en la Santa Sede. Como postuladora asumió Silvia Mónica Correale —con doble nacionalidad argentina-italiana y pionera como primera mujer postuladora en el Vaticano, donde ha liderado procesos como los de Mama Antula (María Antonia de Paz y Figueroa), el Cura Brochero y el propio José Gregorio Hernández—, quien también llevó el de Santa Laura Montoya Upegui, la primera santa colombiana.
Ahora le toca a la Iglesia en Roma avanzar. Tal vez pronto tengamos un santo cucuteño y podamos celebrar como acaban de hacerlo en el país hermano. En tiempos de sombras sociales, García Herreros nos recuerda que la fe no es retórica: es acción que transforma. Su crónica, a través de Cacua, urge a no olvidar.
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