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Hacia la raíz del problema
Es que la cuestión deontológica militar tiene efectos en los asuntos de índole estratégica.
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Viernes, 14 de Junio de 2019

La reacción del presidente por el artículo del New York Times sobre la latencia del regreso al penoso capítulo de los “falsos positivos”, aunque bien intencionada, fue insuficiente porque no va a la raíz del problema. Para empezar, el haber designado una “Comisión Presidencial de Excelencia Militar” con importantes juristas sin incluir algún militar retirado que pudiera aportar la perspectiva de la deontología militar, fue un gesto de desconocimiento o desconfianza hacia lo castrense. El punto a destacar es que la raíz completa del problema y la consecuente solución, más que jurídica, es de índole ética y de visión estratégica. 

Es que la cuestión deontológica militar tiene efectos en los asuntos de índole estratégica. Hoy día ¿quiénes son los “enemigos” para el Ejército? ¿se hizo estudio detenido y por regiones de las actuales amenazas al orden público? En fin, sin abundar en detalles ¿se buscó respuesta a grandes interrogantes? Por ejemplo, ¿cómo no dar marcha atrás en el proceso de pacificación que viene realizando el Estado colombiano desde 1982? ¿cómo re-construir o construir el Estado en la “Colombia profunda”, incluyendo las regiones donde más líderes sociales han sido asesinados? 

Y después de dar respuesta satisfactoria a dichos interrogantes ¿se elaboró una estrategia nacional de donde se pudiera derivar inequívocamente la estrategia militar, donde se incluyeran los indicadores de gestión coherentes con los propósitos trazados por la nacional? 

Del artículo en el New York Times se colige que o bien no se tuvieron en cuenta las anteriores preguntas o se respondieron equívocamente. De aquí que las “guías de planeamiento” para el comandante del Ejército hayan sido insuficientes. Que se sepa la principal “guía” ha sido la “Política de Defensa y Seguridad para la Legalidad, el Emprendimiento y la Equidad”- que contiene los grandes “que” pero no los “cómo”-, presentada en el simbólico Fuerte de Tolemaida. Y en esta se lee, entre líneas, la sutil intención de evitar reconocer que en Colombia ha ocurrido un conflicto armado que puede, o no, mantenerse en proceso de terminación completa. 

Y además de la política, que no estrategia, hubo dos discursos que por el simbolismo del lugar (Escuela Militar de Cadetes) y el momento en que se pronunciaron, también sirvieron de “guía” a los comandantes militares de distintos niveles. Me refiero al discurso del presidente Duque en el reconocimiento de las tropas al nuevo ministro de Defensa: “les pido a las Fuerzas Militares y de Policía que hoy respondan con resultados al clamor de la ciudadanía. No queremos más ‘Guachos’. No queremos más cabecillas que estén amedrantando la ciudadanía”. A lo que respondió el ministro Botero: “vamos a recuperar el ímpetu, la voluntad de lucha, la firmeza y la decisión a la hora de enfrentar a…”. 

Así las cosas, y sin justificar el criterio del general, pero sí procurando su explicación ¿será descabellado pensar que el general Martínez coligió que el indicador de gestión con que observarían su desempeño iba a ser las capturas y/o bajas de “Guachos” y “cabecillas”? 

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