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Gloria al bravo pueblo
El regimen de Maduro cerró cualquier posibilidad de una transición negociada y quedó claro que solo sale por la fuerza en el baño de sangre que prometió la satrapía.
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Sábado, 3 de Agosto de 2024

En mi pasada columna, escrita sobre el estilo de Maria Corina Machado, concluí diciendo que en las "elecciones" en Venezuela del pasado 28 de julio,  en un análisis de árbol de probabilidades de este columnista, la gran probabilidad era que ese país entrará en una espiral de violencia interna.

Y tenía razón porque partí de dos supuestos que validó la realidad. El primero es que las fuerzas militares venezolanas dejaron de ser un ejército profesional al servicio del país y la democracia y se convirtieron en  mercenarios al servicio de una dictadura y sus aliados del crimen internacional.

El segundo, que la sociedad internacional encabezada por Estados Unidos que debería impedir la imposición de una narcodictadura, se vio acéfala, pues la administración Biden, con Biden declarado interdicto y ahora en cabeza de una progresista sin hígados como Kamala Harris, solo acertó a decir por su vocero, que "estaban muy preocupados".

¡Preocupados! Uno se preocupa si se le dañó el carro o porque tiene hipo, no por la entronización de una dictadura. Tal vez la siguiente medida del progresismo obamista gringo sea pedir negociaciones.

¡Como ha hecho de peligroso al mundo actual el progresismo gringo! Tampoco son inteligentes y deberían preocuparse de perder el voto venezolano y gran parte del latino. Trump recibe mucha ayuda del partido demócrata para volver a la presidencia. Y los mamertos de Mexico, Brasil y Colombia fingen ser demócratas, pero ninguno de ellos tiene esa vocación.

El regimen de Maduro cerró cualquier posibilidad de una transición negociada y quedó claro que solo sale por la fuerza en el baño de sangre que prometió la satrapía. Lo terrible es que anticipe que al bravo pueblo lo dejarían solo para enfrentar la dictadura y sus cobardes fuerzas de seguridad gobernadas por cubanos, con asesoría de rusos, iraníes y guerrilleros colombianos, quienes no tienen inconveniente en matar venezolanos. Pero ellos resistirán, no se sabe por cuánto tiempo y después de cuantos mártires pues el anhelo de libertad entró en la gente de Venezuela y eso ya no tiene reversa.

La primera recomendación de Fidel Castro a Chávez fue que desarmará a la población civil y armara al “pueblo revolucionario”, los combos asesinos, para que no pudieran sacarlo. Ya entienden porque la Constitución Estadounidense no permite que se derogue la venta libre de armas, pues sabían que la probabilidad de un gobierno sátrapa era posible, en la medida que los ciudadanos estuvieran desarmados.

Todo esto deja enseñanza a Colombia, donde se dice que el ejército si es demócrata y hoy lo vemos protegiendo bandidos o evitando enfrentarlos. Con unas fuerzas militares plagadas de socialistas, el soldado se vuelve un arma al servicio del regimen, ideologizada y supeditada a otros poderes. Ellos no apoyan la Constitución, apoyan el poder.

Cuando Colombia votó por Petro, sabíamos donde empezábamos pero no sabemos dónde terminará; el gavirismo, el samperismo, pero especialmente el santismo le jugaron al socialismo y los colombianos perdimos. Y los malos ejemplos se aprenden.

Juan Manuel Santos violó la Constitución con apoyo de un Congreso enmermelado y la voluntad popular con aval de Cortes politizadas (como el Tribunal Superior de Justicia venezolano), y en lugar de enjuiciarlo, le dieron un Nobel. Maduro aprendió y Petro está tomando atenta nota.

Esperamos ilusamente que nos salven magistrados santistas, fuerzas militares eunucas y sociedades democráticas del mundo occidental y solo basta ver a Venezuela para saber que el socialismo solo se elige una vez, después se perpetúa y solo sale con quimioterapia ciudadana. Colombia es un extraño caso de suicidio democrático planeado y ejecutado milimétricamente, usando para ello lo más amoral de nuestra clase política: la narco-oligarquía bogotana.

Venezuela ya va saliendo, Colombia viene entrando. Ojalá apareciera una líder colombiana del perfil de Maria Corina, porque a estos países los salvan las mujeres demócratas no las Claudias, María Joses, Francias, Verónicas o activistas de izquierda como las que hemos padecido en la administración Petro.


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