La MinMinas reiteró en el Foro Económico Mundial que “no van a conceder nuevos contratos de exploración de gas y de petróleo”.
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En el mismo Foro, Felipe Bayón, presidente de Ecopetrol, sostenía, sin decirlo expresamente para evitar un choque público con la ministra, que la transición energética necesita al menos 20 años, que la compañía debe “proteger el negocio actual” porque “la sociedad seguirá creciendo y necesita gasolina, diésel, combustible de avión y petroquímicos de buena calidad” y que, en todo caso, la petrolera ya está apostando a energías alternativas, solar, geotérmica, eólica, pequeñas hidroeléctricas e hidrógeno.
Petro salió en defensa de su ministra y dijo que “el turismo y la exportación de energías limpias” permitirían “sustituir la matriz de exportaciones [y que] una fuerte inversión en turismo y en generación de energías limpias […] en un corto plazo llenaría los vacíos que dejaría la economía fósil”.
Mis lectores saben que fui crítico de distintos aspectos de la gestión de Iván Duque. Pero no hay duda de que su tarea en la transición a energías alternativas fue notable y merece aplauso. El Gobierno multiplicó 31 veces la capacidad de generación alternativa de energía (en 2018 había dos proyectos con apenas 28MW, el 0.12%) y terminó su cuatrienio con 879 MW alternativos operativos. Además, hay proyectos en construcción impulsados por la administración Duque, que deben entrar en operación en este 2023, con capacidad de 4.500 MW adicionales.
Ahora, de las buenas proyecciones en energías alternativas a pasar a “la exportación de energías limpias” que propone Petro hay un techo gigantesco. De hecho, ahora mismo el sistema eléctrico nacional está en una situación de estrés. Hay menos certezas en la capacidad de generación en relación con el aumento de la demanda y, en consecuencia, están subiendo los costos por kilovatio consumido. Si de acá a dos años los 2.400 MW de Hidroituango no entran en los plazos establecidos, las renovables se retrasan y ocurre un fenómeno del Niño, no solo se pagará más sino que va a haber racionamiento. La advertencia la hizo María Nohemí Arboleda, directora de XM, el operador del Sistema Interconectado.
Confiemos en que no sea ese el escenario, que Hidroituango entre todo a tiempo y no haya retrasos en los proyectos de energías alternativas. O en que no haya otro Niño. El punto es que aunque Colombia tiene una matriz energética diversa, predominantemente renovable y cada vez con más energía alternativa, y que hoy califica como la sexta más limpia del mundo, no produce suficiente energía en general para exportar ni, mucho menos, “energía limpia” exportable de la que habla Petro.
Primero, hay que asegurar la capacidad para satisfacer la demanda nacional, después hay que aumentar la producción de energías alternativas (aún muy minoritarias en relación con el total de la matriz energética) y finalmente hay que terminar de construir las redes de conducción eléctrica.
Si tuviésemos todo eso en la mano, todavía habría que determinar si hay mercado para nuestra energía y si somos competitivos en precio y servicio.
En todo caso, hoy no hay un solo estudio, un solo dato, que permita pensar que a punta de “energías limpias” podamos a corto o a mediano plazo sustituir en todo o en parte la matriz de exportaciones basada en el petróleo y minería, la “economía fósil” que nos ha permitido sobrevivir y crecer hasta ahora. Por cierto, en turismo la situación no es distinta, como lo mostraré en próxima columna.
Petro piensa con el deseo. Su ataque a los sectores petrolero y minero es irresponsable, peligroso, dinamita nuestra economía y solo puede llevar a la quiebra nacional, a más desempleo y mucha más pobreza.
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