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En buenas manos
Tengo la seguridad de que el país se encuentra en muy buenas manos, algo que no ocurría desde hacía muchos años.
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Sábado, 3 de Septiembre de 2016

Estoy tranquilo. Tengo la seguridad de que el país se encuentra en muy buenas manos, algo que no ocurría desde hacía muchos años. Ese optimismo se debe a que nuestro Ejército, el garante de nuestra seguridad y de la seguridad de Colombia está a cargo de un comandante de las mejores condiciones, señor y caballero, soldado y combatiente, el general Alberto Mejía Ferrero, heredero de ese gran militar que se llamaba Nelson Mejía Henao, quien ocupó también altos cargos en la jerarquía castrense.

Por conocer su personalidad y su envidiable herencia, puedo garantizar que en poder del general Mejía se encuentra a salvo el destino de la patria, que ha sufrido inmensos  tropiezos en los últimos sesenta años, como consecuencia de guerra fratricida en la que han perecido campesinos, soldados y policías, humildes hijos de esta noble y generosa patria.

La pesadilla ha terminado: desde el 29 de agosto se silenciaron las armas y los colombianos de buena fe aspiramos a que nunca vuelvan a empuñarse. El presidente Juan Manuel Santos, hijo de mi inolvidable jefe en El Tiempo, se salió con la suya: logró la paz a pesar de la oposición de grupo de extrema derecha, envenenado por la predica de  exmandatario amargado por la ausencia de poder y el deseo de retornar, como general victorioso, al palacio de Nariño.

En la historia de Colombia ha habido en varias ocasiones un enfrentamiento entre nuestros dirigentes. Algunos de ellos concluyeron con guerras civiles en las que abundaron las víctimas. Inclusive, como lo señalé en pasada columna, se cometió el error de enfrascarse en una guerra civil apenas iniciada la vida independiente. La conclusión fue la muerte de personalidades que hubieran podido construir país ejemplar, objetivo que se frustró en el paredón. Pero no aprendemos y estamos repitiendo la historia, aunque ahora el final ha sido la paz a pesar de grupúsculo que se disfrazará de negro, como los chulos.  

Afortunadamente, en la tarea de conseguir y consolidar la paz se cuenta con la colaboración de las Fuerzas Armadas y de las mayorías parlamentarias, que han abierto la puerta para que volvamos a saber lo que es la paz, un logro que nos permitirá conseguir desarrollo, prosperidad y progreso.

Para conseguir la paz el presidente Juan Manuel Santos se jugó su popularidad, en medio de feroz oposición como hace muchos años no se veía por estas tierras.  La extrema derecha, que ha sido reforzada ahora por arrepentidos dirigentes que en otras épocas militaron en la izquierda, no ha dado un minuto de reposo al mandatario que quiso, y logró, conseguir la esquiva paz, que había desaparecido desde el momento en que malos hijos, nunca identificados, le abrieron la puerta al demonio de la guerra y nos llevaron a sesenta años de sangre, dolor y lágrimas.

Parece que la pesadilla ha terminado, pero tengo miedo de que, como ha ocurrido en otras oportunidades, aparezca la mano asesina que nos lleve otra vez a la oscura noche de la violencia, Ojalá esté equivocado. Por ahora, me preparo a votar SÍ en el plebiscito de octubre.   GPT

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