El puente está quebrado con qué lo curaremos con cáscaras de huevo .burritos al potrero
¿Se acuerdan de esa canción infantil? Sin ninguna lógica, cáscaras de huevo para arreglar un puente, burritos que no tienen puente para pasar al potrero, cosas que no se entienden, pero la canción era hermosa como son hermosos los recuerdos, ahora. ¡Qué nos importaba la lógica o el sentido de aquellos versos! Lo importante era la alegría, la reunión al anochecer con los amiguitos de la cuadra a la luz de la luna porque no había alumbrado eléctrico, mientras los papás y los abuelos se reunían en el quicio de la puerta a echar cuentos.
¡Qué van a saber los niños de ahora de aquellos ratos de integración! ¡Qué van a cantar en coro canciones de niños! Lo único que saben ahora es prender el celular y acostarse en el sofá a ver muñequitos, a aprender chistes groseros, cada uno en su propio mundo, aislados de los demás, madurando biches.
¡Qué van a saber de tun tun, quién es, la vieja Inés! ¡Qué van a jugar al Escondido, o a la Golosa, o al Pumpuñete, o al Pico mero rico, quién te dio tan largo pico. Mientras los más grandes se retiraban a jugar al papá y la mamá.
Me acordé de puentes quebrados y cáscaras de huevo, ahora que empiezan las lluvias, en plena pandemia. El invierno comenzó marcando territorio: causando estragos, desbordando ríos, quebrando puentes. Y las ironías de la vida: Por tanta agua, dejándonos sin agua.
Vi la semana pasada por wassap, el momento preciso en que uno de los tantos ríos que corren por las montañas del Catatumbo, cerca de Tibú, se llevaba un puente de esos metálicos que construye Ecopetrol en la región.
Se desató el invierno en medio de la pandemia, con todas sus consecuencias. Derrumbes en las carreteras, pueblos aislados, ríos que se salen de madre y arrasan con lo que encuentran, puentes y hamacas que no resisten el embate de las aguas. Pa’ completar, el tapabocas se les moja a los que todavía lo usan en la calle. El frasquito de gel se llena de agua llovida. Y el hijuetantas virus sabe nadar.
En una invernada en Las Mercedes, la quebrada Gualisa, que pasa por las orillas del pueblo, se llevó la hamaca de la salida hacia algunas veredas. Fue espeluznante. La creciente se metió a los potreros y pesebreras del patriarca y arriero de los buenos, don Ángel Facundo Botello, al otro lado de la quebrada y se llevó enjalmas, aperos, canoas y algunas mulas. A un nieto casi lo arrastra la corriente afanosa. Dicen que el muchacho se salvó, pero quedó tan mal de la cabeza que se metió a político. Por ahí se lo encuentra uno por las calles, como empendejado, mamándole gallo a la gente.
El problema con el clima es que san Pedro no aprendió a manejar los nuevos sistemas de comunicación. Confunde la plataforma de invierno con la de sol, se le bloquea la pantalla y se le satura el celular. Yo no sé por qué la oposición no ha iniciado la recolección de firmas para la revocatoria del cargo al viejito apóstol. Ellos que para todo tienen la solución a la mano: pedreas y revocatorias.
Y de ñapa, a san Pedro a veces se le enloquece la aplicación de rayos y truenos, y nos pone a pagar escondederos a peso. Es que pasar de pescador a ingeniero de sistemas, no debe de ser tan mamey. Es como pasar de la guerrilla al Congreso.
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