La derecha colombiana no es una fuerza cualquiera. Es un frente activo, con intereses muy definidos, del cual hacen parte personas representativas de diferentes sectores, titulares de despachos oficiales, dueños de importantes empresas, propietarios de prósperos negocios y líderes de partidos políticos. Al mismo tiempo patrocinan grupos armados ilegales y están en los medios sin ninguna restricción. Desde sus posiciones de poder toman decisiones y gozan de protección para todas sus acciones. Además de esas ventajas, disponen de amplios espacios en los escenarios de la nación, donde se mueven con holgura.
Esa derecha le ha cargado al país el peso de sus intereses: la estigmatización a los que no son de sus entrañas, la violencia contra los adversarios, hasta con muertes y amenazas; la imposición de privilegios, el abuso de poder, la incitación a la llamada ‘resistencia civil’, la complicidad con la corrupción, la descalificación a quienes tienen ideas contrarias a las suyas y su sistemática aversión a derechos consagrados en la Constitución. En no pocos casos los jefes tiran la piedra y esconden la mano para no aparecer tan de bulto en sus posturas de consumados retrógrados.
En relación con las negociaciones de paz, los más destacados cuadros de la derecha colombiana han asumido posturas radicalmente agresivas. Descalifican, mienten, incitan, elevan la algarabía para infundir pánico y regar confusión. No les importa contradecirse con sus posturas del pasado y poner en riesgo la estabilidad institucional. Su proclividad a oponerse a cuanto pueda fortalecer la democracia, los pone en zozobra. Por eso patrocinaron el exterminio de la Unión Patriótica y de reconocidos líderes sociales, con la ‘justificación’ de una equivocada lucha antiguerrillera. Por eso también se le atraviesan a las negociaciones de paz con las Farc. Prefieren la guerra con todas sus atrocidades, porque pueden lucrarse de sus corrosivos efectos.
Esa derecha, que es capaz de extremismos cuenta con voceros siempre dispuestos a la beligerancia. Sus dogmas son inapelables, como lo reafirman día tras día el procurador Alejandro Ordóñez, o columnistas que no dan tregua desde los medios que utilizan como tribuna. Para ellos su verdad es absoluta cuando descalifican o alaban.
Para la derecha la democracia es una especie de puerta abierta al terrorismo. Por eso, todo lo que implique reconocimiento de derechos y libertades es poner a la nación en riesgo. Le importa más la represión que la tolerancia y entre el debate y la imposición la opción es el garrote.
Lo cierto es que con la derecha en el poder Colombia está condenada al atraso en lo económico, lo político y lo social. Lo cual es evidente en la historia de la nación. Pero Colombia no resiste más restricciones a la democracia. Y la democracia es el motor que garantiza la consolidación de la paz.
Puntada
Las personas elegidas o nombradas para cargos públicos están obligadas a desempeñar sus funciones no solamente con idoneidad y sabiduría sino también con honradez, transparencia y acierto. Lo que les confían no es la caja menor de la familia o una finca de amigos, sino el patrimonio público, que es de todos.