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El discurso de Petro en Naciones Unidas
Las frases y los temas que más llamaron la atención durante el discurso.
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Domingo, 25 de Septiembre de 2022

Había expectativa alrededor del discurso que Petro pronunciaría en la 77ª Asamblea de Naciones Unidas, por ser su primera intervención en un escenario global y representar una posición no tradicional. Y claro, las ráfagas mediáticas se dispararon a favor y en contra, tanto por el contenido como por la forma del discurso. 

No hay duda sobre el vertiginoso cambio que la Revolución Industrial desencadenó para la humanidad, sobre todo con la aparición del petróleo y la electricidad. Detrás estuvieron la ciencia, el poder y el capital. La vida se tornó más cómoda, pero también se acrecentaron las diferencias entre los pueblos, dejando a muchos en dependencia.

El exceso de productividad, más el incremento demográfico, han causado inmenso daño al planeta, reflejado en el cambio climático. Éramos 3.000 millones de personas en 1960, y hoy somos 7.800 millones. El Producto Neto Global era entonces de 5 trillones de dólares, y hoy supera los 50 trillones. Esa productividad, multiplicada por 10, implica explotar sin piedad el planeta. Es menester replantear el modelo, interviniendo el capitalismo hasta construir verdadero desarrollo sostenible, de suerte que las disparidades entre las naciones se reduzcan, el progreso beneficie a todos los pueblos, y el planeta sea protegido.

Petro comprende bien esta temática. Pero las alternativas que planteó ante la Asamblea, en referencia al carbón, el petróleo y la cocaína, dejaron inquietudes. Cortar radicalmente con los minerales mencionados es una utopía: Estados Unidos produce diariamente 15,8 millones barriles de petróleo; Arabia Saudita, 12.2 millones; Rusia, 11.5 millones; y Canadá, 5.2 millones. Colombia es el 22º productor mundial, con 900 mil barriles diarios. La historia del petróleo es cruel, a juzgar por obras como ‘Las siete hermanas’, o la reciente ‘Sangre y petróleo’, sobre el poder en Arabia Saudita. Abandonarlo implica una transición que sólo será posible cuando se consoliden fuentes de energía no contaminantes. La ciencia está en ese camino.  

En cuanto a las drogas ilícitas, ciertamente la lucha ha fracasado. A Estados Unidos le asiste inmensa responsabilidad. Antes de descertificar a países productores, debería descertificarse como nación consumidora. Algunos replanteamientos son indispensables frente a la extradición, el glifosato y otros puntos. Pero darle el sentido de veneno al petróleo y el carbón, resaltando en cambio la coca, resultó equívoco. Una cosa es la planta creciendo en forma natural en la selva, y otra verla multiplicada en 200 mil hectáreas por el narcotráfico, combustible de nuestra violencia. Escuchando a Petro, recordamos la persuasiva intervención de Barco en la 44ª Asamblea, que subrayó la corresponsabilidad internacional frente al flagelo.  

Desde luego hay que proteger el Amazonas, que es pulmón del planeta, y absorbe buena cantidad del CO2 y otros contaminantes. La petición final de Petro, de canjear deuda externa por cuidado de la selva, se planteó en los 90. Está bien retomarla, pero con un plan definido, que implique corresponsabilidad entre naciones industrializadas y poseedoras de territorio amazónico.

El discurso, aunque valiente, tuvo otros dos problemas: uno externo, porque gobernantes y pueblos, escuchado Petro, volvieron a sus circunstancias. Putin sacudió la geopolítica advirtiendo que podría usar armas nucleares en Ucrania; los europeos piensan en el invierno que llega, dada su carencia de gas; los norteamericanos se concentran en sus elecciones de noviembre; y Xi Ping se enfoca en el Congreso del Partido Comunista Chino. El eco del discurso se diluye.

El otro problema es propio. Frases exageradas, reclamos fuertes, y adjudicación de responsabilidades, como verdad única, en un auditorio con experiencia y conocimiento, no son de buen recibo. Bacon decía “El estilo hace al hombre”, mientras Pascal veía en la persuasión el mejor socio de la palabra, y entendía que su secreto está en conocer al interlocutor; Montaigne, maestro de la contradicción, también enseñó sobre la persuasión, y Buffon mostró el camino para tocar sentimientos. Al final, sin arrogancia, Sócrates recomendó su “Solo sé que nada sé”.            

jaime.bue@hotmail.com

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