La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Columnistas
El día del hombre
¿Por qué el 19 de marzo?
Authored by
Jueves, 16 de Marzo de 2023

El próximo domingo, 19 de marzo, los hombres del planeta tierra estaremos de mucha fiesta. Por mandato de no sé quién y no sé cuándo, los jefes de la casa (¿?) también tenemos nuestra celebración, después de haber sido discriminados durante siglos y siglos, después de haber soportado con la cabeza gacha la dulce esclavitud del matriarcado. Digo “dulce”, a sabiendas de que con eso me ganaré unos cuantos madrazos de los hombres machistas, pero también, puede ser, uno que otro piquito de algunas damas agradecidas.

Pero ¿por qué el 19 de marzo? Veamos lo que nos dice Gegé en su libro “De las historias vueltas a contar”: La iglesia católica conmemora en este día la fiesta de San José, el carpintero humilde de Nazareth, el que a punta de serrucho y garlopa enamoró a María. De agallas, el tipo. Se fijó de una en la mujer más bella del pueblo, la que todos los días pasaba hacia la fuente con el cántaro en la cabeza, moviendo con elegancia sus caderas al andar, derramando dulzura al sonreír y llenando de alegría con su mirada todo lo que miraba. Era llena de gracia, como el Avemaría, según el decir de Amado de Nervo.

   El hombre la miraba y la miraba hasta que se atrevió:

-Buenos días, amor.

   La muchacha, quinceañera apenas,le contestó el saludo por pura cortesía, pero le añadió una sonrisa, que le mostró un hoyuelo coqueto en la mejilla.

   El saludo y la sonrisa se siguieron repitiendo, mañana tras mañana, hasta que el tipo dio el siguiente paso:

-¿Me dejas probar de tu cántaro? –le dijo un día caluroso y de mucha sed.

   Ella no le dijo ni sí, ni no, pero entendió el mensaje subliminal. Aligeró el paso y de una fue con el chisme a su mamá, la señora Ana.

-Dígale a ese aparecido que ponga la cara, que venga a ver qué es lo que quiere, y de cuál cántaro habla.

   José, una tarde, después de que colgó el cepillo y el berbiquí,  se amarró bien la túnica, se pegó un vino de uvas, que tenía en la alacena, y se fue a donde Joaquín y Ana, los padres de la jovencita. Con titubeos (el hombre era de poco hablar), les dijo que era un hombre pobre, pero honrado, que estaba buscando compañera, que la cuidaría como a la niña de sus ojos, y que no la dejaría trabajar, porque para eso él tenía su garlopa.

   El humilde trabajador no les cayó mal a los posibles suegros, pero le fueron muy francos:

-Mire, jovencito, no nos interesan ni su cepillo ni su banco de carpintería, sólo buscamos para María una tipo de buenas costumbres- El problema es que, además de usted, hay once más, haciendo fila, que ya vinieron a pedir la mano de la niña.

-¡No puede ser! –dijo José, elevando los ojos al cielo. –¿De modo que soy el número 12 de los pretendientes?

   Así era. Joaquín y Ana, entonces, acudieron donde el sumo sacerdote del templo, para que les diera un consejo:  “Con cuál de los doce casamos a la María?”. El anciano sacerdote les dijo sabiamente:

-Que el cielo les dé una señal. Entréguenle a cada uno una varita del monte. Al que primero le retoñe la vara, ese será el escogido.

Repartieron las varas y a los pocos días, la  del carpintero había florecido como un lirio.

 El hombre demostró no sólo ser un buen ebanista, sino un marido ejemplar. Después subió a los altares como santo. ¡Su fiesta es nuestra fiesta!

Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en: https://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion

Temas del Día