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El día de la tierrita
Los terratenientes no dicen voy para mi hacienda, ni para mi finca, ni para mi latifundio, sino “voy para la tierrita”.
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Lunes, 24 de Abril de 2017

Celebramos el sábado pasado el día de la tierrita. Celebramos es un decir, porque la verdad es que nadie lo celebró, no nos dieron el día libre, ni hubo fiestas con brindis y discursos. Pero también es cierto que no se sabe cuál es la tierrita, o la tierra, a la que hay que abrazar y felicitar y partirle torta.

Son muchas las tierras y  tierritas. Los terratenientes no dicen voy para mi hacienda, ni para mi finca, ni para mi latifundio, sino “voy para la tierrita”, en señal de humildad y de modestia. 

Cuando al niño le molesta un ojo,  la mamá corre a soplárselo para sacarle la tierrita o la basura. 

Las amas de casa viven peleando con el viento, por la tierra que trae de la calle, que ensucia la sala y el comedor. Y con el marido pelean por no limpiarse la tierra de los zapatos,  antes de entrar.

Cuando el descubrimiento de América, dicen que un marino gritó desde la Santamaría “tierra a la vista”, y alguien le arrojó a los ojos una manotada de arena.

“La tierra es redonda como una naranja”, había argumentado Cristóbal Colón ante los reyes católicos con el fin de sacarles un puñado de euros para la travesía. Muchos años después, José Arcadio Buendía, el de  Cien años de soledad, repitió la misma frase para asombro de  su mujer y de sus hijos, que lo creyeron loco. 

“La tierra es nuestro oro”, dice el himno de Norte de Santander, pero ya no sé encuentran morrocotas en ninguna parte de la tierra.  

En Las Mercedes, a la entrada del pueblo, hay un caño llamado “lavapatas”, donde los que van a pie se lavan el barro, que es tierra mojada.

A veces la tierra se llena de rabia y de deseos de venganza por el mal trato que le da el hombre. Con la lluvia, la tierra se desliza y causa muertes y estragos.    En los terremotos, la tierra se abre y se traga edificios y personas.  En Gramalote, la tierra se movió por dentro y acabó con medio pueblo.

Pero no debemos ser desagradecidos con la tierra. Desde que el mundo es mundo, es decir desde que Dios separó las aguas de la tierra, es ella, la tierrita, la que nos da de comer. Ella nos proporciona la yuca y la papa, la marihuana para el dolor de coyunturas, la coca para que las Farc se llenen de plata y la amapola para lucirla en los jardines.    

La tierra, hecha barro, sirvió para hacer al hombre. Acuérdate que tú eres barro, dicen los curas el Miércoles de Ceniza.

Lo malo es que la vida se nos está poniendo difícil acá en la tierra. No hay para dónde coger, pues por todas partes  la situa está que arde. Lo mejor sería apagar e irnos, pero ¿para dónde?

Escuché decir en días pasados que los científicos habían encontrado otros planetas parecidos a la tierra. Ya les dije a mi mujer e hijos que fueran alistando maletas porque, de pronto, nos va a tocar arrancar para una de esas tierritas. Están allí no más, a la vuelta de la esquina, a cuarenta años luz, pero todavía estamos jóvenes y podemos pegarnos la subidita.

Les he recomendado, sin embargo, que hagamos todo en silencio, no sea que se nos pegue el presidente Santos y sus compinches, la muchachada de Timo, y se nos daña el paseo.  Porque donde esta gente pisa, no vuelve a salir la hierba, como decían del caballo de Atila.

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