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El desarme para la paz
La imposición del poder mediante las armas o la sujeción a la fuerza aniquila la razón. Es la tiranía que esclaviza.
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Sábado, 25 de Junio de 2016

“Es tu paz lo que amamos, no tu máscara. No es hermoso tu rostro de guerrero”. Pablo Neruda.

Contra todos los pronósticos negativos de sus acérrimos opositores, contra todas las barreras de los predicadores del odio, contra las mentiras y las distorsiones promovidas con el cálculo de infundir miedo y extremar las dudas, contra todo ese frenesí cavernario estimulado por el oscurantismo ideológico, se abrió  paso la negociación de paz entre el Gobierno presidido por Juan Manuel Santos y las Farc. 

El acto del pasado jueves 23 de junio de 2016 en La Habana para firmar el acuerdo con el cual se pone fin en forma bilateral a la confrontación armada es una decisión histórica. Es quitarle a la nación la camisa de fuerza de la guerra y abrir espacios de cambio y de  fortalecimiento de la democracia. 

Lo cual debe llevar  a la erradicación de todas las formas de violencia y de corrupción, así como a la abolición de discriminaciones clasistas,  intolerancias y abusos de poder. Lo dispuesto en esta fase de los diálogos garantiza el entierro definitivo de un conflicto armado de medio siglo que ha representado una abrumadora degradación de la nación.

Lo que debe seguir ahora impone compromisos puntuales. La ejecución de lo que está acordado requiere no solamente  de un Estado ajustado a tales fines, sino también el engranaje de todo el Gobierno, los partidos, las organizaciones sociales, gremiales y comunitarias y de una ciudadanía consciente de las responsabilidades que le competen en función del interés general, al conjunto  de los propósitos previstos. Ese frente amplio puede constituirse como blindaje contra todo riesgo de repetición de los males padecidos.

En sus discursos de ratificación del acuerdo, el presidente Juan Manuel Santos y el comandante de las Farc, Timoleón Jiménez (´aTimochenko´) tuvieron precisiones que no dejan dudas sobre su voluntad de trabajar por el cumplimiento de lo pactado. No son posiciones improvisadas sino resoluciones tomadas reflexivamente. Es el predominio de la lucidez. Son las convicciones respecto a la libertad por encima de las miserias del oprobio. 

Es entender la vida en la dimensión de sus posibilidades creadoras y no en el laberinto del exterminio a que induce la ceguera de la abyección.

La imposición del poder mediante las armas o la sujeción a la fuerza aniquila la razón. Es la tiranía que esclaviza. Es el descuartizamiento de la dignidad. No cuenta el derecho sino el sojuzgamiento. Todo articulado a la arbitrariedad. No hay oportunidad para la libre deliberación. Es la opción que ofrece la violencia.

Y el conflicto armado de Colombia se ha movido en esa variable de adversidades con efectos de victimización creciente. Es lo que se está dejando atrás, lo que se quiere que no sea nunca más y que en paz se debatan las diferencias, los desacuerdos y se decidan las soluciones, con enaltecimiento de la capacidad de pensar y decidir, sin que nadie corra el riesgo del suplicio por sus ideas, por su etnia, por su inclinación sexual, por sus creencias religiosas. Es la sociedad igualitaria y decente que se busca construir, sin tener que apelar a las armas, como es el acuerdo que se acaba de firmar.

Puntada

Hay opositores a la paz que seguirán ladrando. La respuesta debe ser la solidaridad popular ante esa demencia guerrerista.

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