De corazón, les perdono a los frailes de la comunidad Siervos de María del Convento Monte Senario de El Retiro, al oriente de Medellín, que nos hayan incautado por espacio de 45 horas celular y reloj; cero televisión y radio. El mundo se habría podido acabar a nuestras espaldas.
Solo tuvimos acceso a dos viejos relojes que “perdían su tiempo” - la metáfora es del poeta Vidales- dando la misma mentirosa hora: las 5:40 y las 9:30. Fueron dos noches tres días, el tiempo que Jonás duró asilado en el buche de una ballena según la disculpa que le dio a su mujer. Nosotros nos hicimos tomar foto colectiva para demostrar que estuvimos aprendiendo a perdonar, no en acrobacias eróticas.
Una veintena de asistentes al encuentro estuvimos alejados del “mundanal ruido” y nos regalamos provechosa dieta de silencio. Recordé que Gandhi callaba los lunes. De pronto lo imito.
Como aperitivo del retiro, nos recordaron que hay que perdonar setenta veces siete según la parábola de san Mateo (18:24). Para dar ejemplo, un rey le perdonó 10 mil talentos a un sujeto retrechero para pagar.
No era ninguna chichigua. Para pagar esa deuda se necesitarían 160.000 años de trabajo de un asalariado, contó fray Julián, el todero prior del convento que con sabiduría y humor condujo el seminario en el convento de san Peregrino que sacaba pitando el cáncer al que se enfermaba de él.
Comparto algunos consejos con quienes deseen ahorrarse el costo del retiro. Aunque es mejor que asistan porque no solo de maitines viven los monjes.
Según lo que oímos y leímos “Jesús nos llama a perdonar no solo por la salud de la comunidad, sino por nuestro propio beneficio. Cuando la falta de perdón echa raíces, produce resentimiento. Y como dice el refrán, el resentimiento es como beber veneno y esperar que la otra persona se muera”.
También supimos que “investigaciones recientes demuestran que la falta de perdón puede afectar negativamente nuestra salud física, y aumenta nuestras respuestas fisiológicas al estrés, la frecuencia cardíaca y la tensión arterial, lo cual puede provocar problemas de salud a largo plazo”.
O sea, por pragmatismo debemos perdonar. Porque mientras odias, tu contrario puede estar tomando ron o echándose una canita al aire ajeno a todo. Soy de dura cerviz y tardaré en asimilar las enseñanzas de fray Julián y de mis compañeros de silencio, retiro, misas, rosarios, laudes, vísperas y completas.
Frente al pelotón de fusilamiento de la vejez, estoy cuadrando caja, pero mientras rectifico seguiré mimando mis defecticos y virtudes que harto me han costado tenerlos. Firmamos pacto de no agresión. Ahora, para que el perdón no sea solo un bello bolero de Los Tres Reyes, pronto estaré queriendo y perdonando a mis mejores enemigos, y encimándoles olvido para redondear la faena.
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