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Duele Cali, duele el Valle, duele el Pacífico
La salida a esta crisis no es “milagrosa”, ni vendrá de un caudillo megalómano, cualquiera sea su ropaje discursivo; se logrará si todos entendemos que se trata de un proceso que no ocurre de la noche a la mañana.
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Martes, 1 de Junio de 2021

Cumplido un mes del paro, la situación empeora y el descontento e inconformismo social crecen en las calles por la reciente decisión del Congreso de la República de negar la moción de censura contra el ministro de defensa Diego Molano. No les importa ni les duele lo que pasa en el país.

Es por esto que, junto a la coalición de la esperanza, nos desplazamos a la ciudad de Cali para reunirnos, escuchar y conversar con los jóvenes, líderes sociales, sindicales y empresarios de la capital del Valle.  Entre los reclamos, están en primera línea la violencia en redes sociales, el reclamo por una reforma a la policía, las sucesivas reformas tributarias inequitativas, la deserción escolar, el racismo, el clasismo, la inequidad territorial, la ausencia de oportunidades, los impuestos injustos, el centralismo, el desempleo y el populismo.

Uno de los representantes jóvenes de la comunidad negra, nos dijo en el conversatorio que su población no es pobre, sino que se ha empobrecido por siglos de discriminación, abandono estatal y malos dirigentes. El acceso a derechos fundamentales como el agua, la educación y la salud son un privilegio que solo unos alcanzan, lo que resulta irónico en un país que pertenece a la OCDE y en el cual le toma a una familia once generaciones para salir de la pobreza.

Fue un ejercicio conmovedor y revelador, recoger desde el territorio la realidad social que millones de colombianos viven desde hace décadas, y de manera especial la región pacífica de nuestro país. Entre las conclusiones, queda claro que la solución no puede involucrar violencia, requiere respeto por la protesta y los manifestantes, un diálogo sincero, la construcción de acuerdos posibles, con garantías de cumplimiento y verificación.

La salida a esta crisis no es “milagrosa”, ni vendrá de un caudillo megalómano, cualquiera sea su ropaje discursivo; se logrará si todos entendemos que se trata de un proceso que no ocurre de la noche a la mañana. Tomará tiempo, sacrificio, pero ante todo un cambio en la conciencia colectiva. Si nos decidimos todos a sentirnos responsables, a contribuir lo que podamos, desde el más humilde hasta el más poderoso ciudadano, podremos vislumbrar una nueva Colombia justa en el horizonte. Sin embargo, el punto de partida debe ser reconocer el problema, ponernos de acuerdo en el diagnóstico y cambiar nuestro sistema de organización social.

Uno de los principales reclamos que escuchamos, tuvo que ver con las redes sociales. Si bien han podido ser un escenario democrático moderno, incluyente, igualitario y útil para denunciar, han sido también vehículo de desinformación, noticias falsas, para difundir odio y miedo. En uno de los países más desiguales del mundo, las redes han sido medio para publicar ofensivamente la opulencia, el derroche, el lujo que en no pocas ocasiones tiene un origen ilícito.  Una parte vital para construir un proceso de solución sostenido y sostenible es apostar a un desarrollo político y democrático. Solo a través de una conciencia crítica y analítica, individual y colectiva, en la que tengamos plena conciencia de nuestros derechos y deberes, seremos un pueblo libre y organizado, dueño de su destino.
 

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