El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) ha argumentado que la única forma posible de alcanzar los objetivos del Acuerdo de París es disminuyendo “la demanda de energía, lo que hace más fácil la transición a las energías limpias”. Con lo cual “puede lograrse una disminución planificada de los flujos de materia de la economía en los países de ingresos altos”. Agrega: “Las políticas propuestas se centran en redistribuir la renta actual, acortar la semana laboral, e instaurar una garantía de trabajo y un salario digno a la vez que se amplía el acceso a los bienes públicos” (Jason Hickel, Universidad de Londres).
Jason Hickel, en un artículo titulado “El decrecimiento: la teoría de la abundancia radical” (https://lc.cx/0BKgRX) argumenta, con lenguaje izquierdista, que la culpa del calentamiento global es del capitalismo. Tesis, a mi juicio, cierta en parte para los países industrializados.
Pero no, en cambio, para los subdesarrollados, como el nuestro, que no ha logrado ni siquiera desarrollar el capitalismo, como se puede ver con las cifras que el exsenador Jorge Enrique Robledo no se cansa de repetir: “Mientras entre 1961 y 1990 –antes de la apertura– el producto interno bruto creció al 4,7% anual promedio, entre 1990 y el 2020 bajo al 3,5%. Al desagregar, el agro aumentó al 3,6% entre 1961 y 1990, y cayó al 2,1% entre 1990 y 2020. Y el crecimiento industrial se redujo de 4.5% al 3,0% entre los mismos periodos”. Un capitalismo raquítico, en dos palabras.
Todos los presidentes desde César Gaviria han aplicado, veladamente, la estrategia del decrecimiento económico, mediante las políticas neoliberales y privatizadoras impuestas por el Consenso de Washington, introducidas en la Constitución del 1991 y aplicada por los Tratados de Libre Comercio. Veamos otras cifras aportadas por Cedetrabajo: “Antes de los TLC, Colombia contaba con un tradicional superávit comercial de 3.500 millones de dólares. A partir de 2014 la balanza comercial se volvió deficitaria. En el 2022 el déficit anual llego a los 4000 millones de dólares. De 2014 a 2022 el déficit acumulado es 25.335 millones de dólares” (https://cedetrabajo.org)
El presidente Petro logró cautivar al electorado con un lenguaje izquierdista, prometiendo un cambio y una lucha sin cuartel contra la corrupción, De su manejo de los bienes públicos hablaremos en otra ocasión, porque hoy, día tras día, no paran los escándalos sobre las indelicadeces de sus más altos funcionarios.
Con referencia a la economía no hay el tal cambio, porque sigue el mismo modelo neoliberal, pero ahora arropado bajo la lucha contra el cambio climático, con el agravante de aplicar la teoría del decrecimiento económico diseñada para países ricos, no para un país subdesarrollado como Colombia. Al no autorizar la exploración de nuevos pozos de petróleo y gas, con el cuento de la transacción energética, Petro no está luchando contra el cambio climático. Lo que hace es forzar las importaciones de bienes que atesoramos en nuestro subsuelo. Si no producimos petróleo ni gas, inevitablemente tendremos que comprárselo a Estados Unidos.
Colombia solo emite el 0,6% de las emisiones de CO2 a nivel mundial y no es lógico que su gobierno sacrifique las reservas con el solo fin de congraciarse con Biden. Son los países industrializados los que deben dar ejemplo en la lucha contra el calentamiento global porque son ellos sus causantes. Presidente Petro, esto de seguir a pie juntillas los “consejos” de los organismos multilaterales no permite que Colombia avance, como está ya probado tras obedecer durante ochenta años las imposiciones del FMI. País que no genera riqueza solo puede distribuir pobreza (https://lc.cx/Pu1W1-)
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