Esta tarde, a las 5, o un poquito antes, llegará Timoteo Anderson a la biblioteca Julio Pérez Ferrero, a cumplir una cita con la historia universal. No llegará ni en limusina, ni en lujoso automóvil, y ni siquiera en buseta. Lo veremos entrar al patio acogedor y grande, en su vieja y sencilla bicicleta, una de las primeras que salieron.
Es una bici normalita, sin lujos ni arandelas ni extravagancias, en la que Timo, sudoroso pero siempre alegre, recorre las calles, cumpliendo su misión de enseñar al que no sabe, de desasnar al bruto, de señalar el camino por donde debe ser. Lo único es que la cicla es alta, acorde con la estatura de Timoteo, un hombre blanco, medio calvo, con pinta y hablado de gringo, de gringo de Convención.
Timoteo es predicador, estudioso, escritor, conferencista de los buenos, miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, ciclista de calle (porque los hay de ruta y de pista) y buen amigo, quiero decir, amigo bueno como el pan, como el vino, como el pastel de garbanzo.
Timoteo Anderson Carlson, hijo de padres norteamericanos, por aquellas cosas del destino nació en Convención, Norte de Santander. Gracias a Dios, porque es uno de los nortesantandereanos que tenemos para mostrar, aunque él en su modestia, no lo deja traslucir. Una o dos veces al año recorre el mundo dictando conferencias, y el resto de tiempo lo pasa en Cúcuta, autonutriéndose de sabiduría, notando cómo su pelo mono se le va cayendo, dedicado a la familia y a su iglesia, y brindando su amistad diáfana a quienes nos damos ese gustazo.
Pues bien. Esta tarde, como ya dije, arribará a la Biblioteca Pérez Ferrero, asegurará su bicicleta con una cadena oxidada que siempre carga (medida cautelosa, pero inútil porque nadie se encartaría con semejante vehículo pasado de moda y hecha a los resabios de Timo).
Subirá de tres zancadas al salón destinado para su conferencia y empezará a preparar lo que necesita: la mesa, el micrófono, el videobin, la pantalla y el juego de luces. Timoteo es tan previsivo que carga de todo en su morral: cables, micrófonos, pilas, dos destornilladores, unas tenazas y un martillo, y hasta cinta pegante, por si se presenta cualquier emergencia. A Timoteo no lo cogen fuera de base. Para todo está prevenido.
Ayer me detuvo, frente a la Gobernación, el amigo, empresario y ejecutivo de los cacaos, Ciro Ramírez, para preguntarme cuándo era la charla de un mono sobre un negro. Razón tenía Ciro, con su chispeante mamadera de gallo.
Pues bien, mi estimado Ciro, hoy es la charla. El rubio, ojiclaro, blanco y casi transparente Timoteo Anderson nos hablará sobre el negro Martin Luther King, norteamericano, premio Nobel de la paz (ese sí merecido premio Nobel), y mártir de la lucha por los derechos de quienes han sido discriminados durante toda la vida por un simple color de piel. El alma de los negros que conozco es blanca como la piel y el alma de Timo, de modo que tienen algún parecido.
Sí señores. Un blanco hablando sobre un negro, pero ambos hermanados en el deseo de hacer el bien, de lograr que todos vivamos sin violencia, de que encontremos un mejor camino para todos, porque si seguimos como vamos, nos va a llevar el que sabemos.
El Cinco a las Cinco, la Alcaldía, la Biblioteca y todos los demás que se han venido pegando a la mantequilla, se anotarán hoy un valioso punto en su historial de cosas buenas que han venido realizando. Y Patrocinio estará feliz de la pelota con este conferencista de lujo que se topó en alguna de nuestras tardes calurosas. Allá estaremos.