Hay fechas que nunca se olvidan en la vida: la primera comunión (todo de blanco hasta los pies vestido), las navidades de la infancia (disfrazaados, pólvora y regalos) y el grado de bachiller (por primera vez vestido completo y corbata). Ni siquiera el grado universitario tiene la emoción del grado de bachiller, tal vez por aquello que dicen que la mejor época de estudiantes es la del bachillerato. Por eso hay promociones que siguen reuniéndose, año tras año, hasta que llegan a viejitos, con el único fin de recordar aquellos tiempos de la secundaria. Otros se reúnen cada cinco o diez años, y siguen viviendo de recuerdos y nostalgias. Recordar es vivir, dicen. Y rejuvenecen.
Hablando de grados, la alegría no es sólo de los bachilleres, sino de los papás, que se quitan una carga de encima, eso dicen, con la creencia de que el graduado va a conseguir trabajo fácilmente o que entra por la puerta ancha a la universidad, donde todo es gratiniano.
Cuán equivocados están, digo estamos, porque yo soy uno de esos papás, que creemos que hemos cogido el cielo con las manos. Hoy se gradúa mi hijo menor, Juanángel, y en la familia estamos dispuestos a tirar la ventana por la casa, ya que no podemos tirar la casa por la ventana.
Se gradúa en uno de los mejores colegios de la ciudad, el Sagrado Corazón de Jesús, de donde ha salido gran cantidad de bachilleres que son hoy profesionales de alto renombre. Políticos, médicos, abogados, ingenieros y hasta un presidente de la república se sentaron en los pupitres del colegio, jugaron en sus amplios patios, se bañaron en la piscina y supieron lo que es la disciplina lasallista.
Dirigido desde su fundación, hace más de cien años, por los Hermanos Cristianos de La Salle, el colegio ha tenido que saborear las verdes y las maduras para sostenerse y crecer y hacerles frente a los apuros económicos y a las intrigas de los enemigos que no faltan y a los intereses de ciertos políticos, que por uno u otro motivo, de vez en cuando le declaran la guerra.
Hace poco, este año, el colegio estuvo amenazado con sacarlo de allí, no se sabe si para poner allí una universidad u otro colegio, o para venderlo como sucedió con el colegio de la Presentación, cuyo lote fue a dar a manos de comerciantes que instalaron allí un centro comercial. La acción conjunta de Hermanos, padres de familia y egresados, impidió que el atentado se consumara. Y allí seguirá el Sagrado en su sede propia hasta que alguien vuelva a poner sus ojos sobre él, no para ayudarlo sino para sacar la mejor tajada.
Decía que en casa estamos jubilosos por nuestro último bachiller, y orgullosos de que sea el Sagrado el que le expida el diploma, para enmarcar y colgarlo de la sala, con una foto del graduado, donde quedó sonriente y diciendo W i s k y.
Sea el momento para agradecer a los Hermanos todo lo que hicieron por nuestros hijos. Juanángel cursó allí estudios desde preescolar hasta once. Gracias al Hermano Nicky, actual rector, a los demás hermanos, a los docentes, a Carlos Ardila, director de la banda marcial, a la que Juanángel perteneció durante varios años, a los demás padres de familia y, por supuesto, a Dios, que permitió que nuestros hijos desde hoy sean egresados del Sagrado, lo que los llenará de orgullo, como a nosotros. Así sea.