Resulta que don Quijote nombró a su fiel escudero Sancho Panza, gobernador de una región llamada La Ínsula, nombre que después copiaron en Cúcuta para ponérselo a un barrio alegre, trasnochador y bullanguero.
El nombramiento lo hizo don Quijote a dedo. No hubo elecciones tramposas ni postulaciones amañadas. No hubo candidatos dadivosos, de los que gastan miles de millones de pesos en mercados y en efectivo para compra de votos. Lo malo no es sólo la compra-venta de votos, sino que el elegido debe llegar a reponer, como sea, el dinero invertido en la campaña. Y si no, “¿el poder para qué?”.
Pues bien. Lo nombró y no le dijo: “Vaya a ver qué hace y vamos miti y miti”. No. Al contrario, le dio unos consejos, llenos de justicia y de sabiduría para que fuera un buen gobernante, recto, probo e incorrupto, como deben ser todos los gobernantes.
El primer consejo fue “Témele a Dios”, es decir, no robes, no mates, no le hagas daño a nadie. Sancho agachó la cabeza, prometiendo de corazón que nunca le volvería a dar de latigazos a su burrito, único pecado que a veces cometía, porque lo demás no iba con él, que no robaba ni mataba ni le hacía daño a nadie.
En segundo lugar, don Quijote le recomendó que no se inflara como la rana que quiso parecerse al buey. Para eso “debes conocerte a ti mismo”, le dijo. El que se conoce sabe quién es y de qué es capaz y a qué no se le debe medir. Tal vez don Quijote pensaba en los gobernantes que, después de que llegan al cargo, no conocen a nadie, se inflan como ranas y creen que han alcanzado el cielo con las manos.
El Ingenioso Hidalgo siguió hablándole al nuevo gobernador: “No te avergüences de decir que eres del campo, hijo de labradores y de estirpe humilde”. Era como adivino el viejo. Hoy muchos de los que se creen importantes, no dicen ni de dónde son, ni quiénes son sus taitas, ni cuáles son sus raíces, porque les gusta presumir y mostrar lo que no son.
Cuando vayas a ejercer justicia, no te fijes en quién es el juzgado, le siguió aconsejando. Si es pobre o si es rico, la vara debe ser la misma. Se sabe que hoy –según dice el refranero popular- “La ley es un perro bravo que sólo muerde a los de ruana”. Los que no son enruanados tienen todas las garantías y los beneficios. A los pobres se los carga el Mandingas.
He recordado estos consejos, ahora con motivo del Día del Idioma, en que se habla de don Miguel de Cervantes Saavedra y su inigualable obra El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha. Y pienso cómo hace falta en estos días un Quijote que les haga un curso de capacitación a quienes nos gobiernan y un taller (o muchos talleres) contra la corrupción, mal que, según los analistas, es lo peor que no está sucediendo en esta época. Y lo más grave: Que no se ve solución a la vista. Hay jarabes para las lombrices, pastillas para el hígado, menjurjes para la cara y tratamientos para el cáncer. Pero para la corrupción, ni pío.