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Cumplir con el acuerdo
Ahora debe buscarse un acuerdo nacional que permita enfrentar a quienes incumplieron con toda la fuerza institucional de estado y acelerar la implementación del acuerdo.
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Sábado, 31 de Agosto de 2019

La decisión esta semana de Iván Márquez, Santrich y un grupo de ex comandantes de las Farc de regresar a las armas es absurda, equivocada e injustificada. 

No tiene ningún futuro, está condenada al fracaso y más temprano que tarde el Estado se impondrá sobre este grupo. 

Sin ningún apoyo ciudadano y popular, sin banderas políticas reales, sin el respaldo de sus propios ex compañeros de filas, que en su inmensa mayoría cumplen lo pactado con del estado, no habrá la nueva Marquetalia que anuncia pomposamente Márquez, en un discurso retórico y vacío. 

Terminarán reducidos a una banda criminal sin ninguna clase de reconocimiento político, que debe ser combatida como tal por el estado. 

Así lo ha anunciado el gobierno y así quedó establecido en el acuerdo de paz con las Farc.

Las reacciones a esta noticia fueron en su mayoría sensatas, equilibradas, constructivas, con excepción del ala más radical del Centro Democrático, encabezada por su propio jefe, el expresidente Uribe. 

Afortunadamente el gobierno asumió una posición distinta, más pausada y serena, reconociendo que más del 90% de los exintegrantes de las extintas Farc cumplen con el acuerdo de paz y se mantienen en la legalidad, y desconociendo el carácter de nueva guerrilla o grupo insurgente a quienes en forma irresponsable y traicionando la confianza del país, de la comunidad internacional y de sus propios excompañeros, resolvieron volver a una lucha armada que hoy es rechazada unánimemente por los colombianos.

Ahora debe buscarse un acuerdo nacional que permita enfrentar a quienes incumplieron con toda la fuerza institucional de estado y acelerar la implementación del acuerdo en los territorios, para garantizar de esta manera la consolidación de la Paz y evitar que este nuevo grupo recoja simpatías en los espacios territoriales. 

Un pacto que además nos permita excluir de una vez por todas el uso de la violencia en política y aísle de manera definitiva a los extremos radicales de uno y otro lado que sueñan con devolver a Colombia a las épocas de la confrontación armada generalizada, de las tomas de poblaciones, de secuestros, de pescas milagrosas, de masacres de civiles inocentes, de los falsos positivos, que afortunadamente fueron ya superadas. 

El tiempo de la guerra ya pasó y no queremos regresar de ninguna manera el reloj de la historia. 

La respuesta a esta mala noticia no puede ser acabar con los acuerdos de paz como plantea el senador Uribe. Todo lo contrario, profundizar y acelerar el cumplimiento del estado.

Por ello, debemos preservar la esperanza y el optimismo en medio de una difícil situación que no se puede ocultar ni menospreciar. Hay motivos para hacerlo. La forma categórica y contundente como todos los integrantes del partido Farc rechazaron y condenaron la decisión de sus ex compañeros, que debería ser seguida por un cambio en el nombre del partido, que fue una equivocación advertida. La posición de respaldo de todos los sectores a una acción contundente del estado y nuestras fuerzas militares contra este nuevo grupo. 

Sin embargo, es necesario un mayor compromiso del gobierno nacional con la protección de los líderes sociales, el presupuesto para los PDETS, la transformación del campo colombiano y la puesta en marcha de las curules para las víctimas que fueron aprobadas por el Congreso, pero siguen enredadas en una maraña jurídica interminable.

El camino es definitivamente la concertación de todas las fuerzas políticas y sociales alrededor de dos o tres grandes propósitos. Negar cualquier reconocimiento político a Márquez y sus compañeros. Acelerar y dotar de mayor presupuesto la implementación de los acuerdos de paz para garantizar el compromiso de cumplir de la inmensa mayoría de integrantes de la exFarc. Excluir en forma definitiva y contundente las armas y la violencia de la política, comenzando por el proceso electoral regional que ya está en marcha y es el más complejo y peligroso de todos. No es hora de caer en los debates sobre las razones que nos llevaron a esta situación, de mutuas recriminaciones, de eventuales incumplimientos, del ambiente hostil generado por algunos altos funcionarios. La responsabilidad al final es única y exclusivamente de quienes tomaron la decisión abandonar los acuerdos y volver a delinquir.

Es cierto que la imagen de estos señores con fusiles de nuevo genera alarma y preocupación. Pero no debemos olvidar que es un pequeño grupo cuando se compara con las antiguas Farc, que nuestras fuerzas militares hoy están más que preparadas y equipadas para enfrentarlos con éxito, que no tienen ningún respaldo popular ni reconocimiento político. En fin, que los colombianos no vamos a permitir que nos regresen a la guerra a la que algunos fanáticos en los extremos nos quieren devolver.

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